En esta primera columna sobre el tema, quisiera compartir algunos elementos para identificar el fenómeno.
Ersilia Menesini define el acoso escolar o maltrato entre compañeros ( bullying en el contexto anglosajón, y prepotencia en Italia) como un tipo de comportamiento agresivo, insidioso, penetrante, persecutorio y reiterativo, que se basa en la intención hostil de uno o más estudiantes sobre la debilidad de la víctima, que difícilmente logra defenderse; en su escena prevalece la ley del más fuerte, quien pone las condiciones, subyuga, amenaza, premia fidelidades y castiga deserciones.
Se trata de un fenómeno que alude al dominio del agresor sobre la fragilidad de la víctima, pero también a la complicidad de los espectadores, que, a menudo, temen represalias, y no inciden para frenar las prepotencias. Como su nombre lo indica, es un fenómeno del entorno educativo, pero, fácilmente, expandido a la esfera extraescolar, donde se concretan, algunas veces con apoyo de pandillas, las amenazas surgidas dentro de la escuela.
El acosador provoca a quienes son más débiles que él, inventa variadas formas para agredir a sus víctimas, sus actos son intencionados y premeditados con el fin de agredir al otro, persiste en comportamientos prepotentes prolongados y aumentados en el tiempo, y funda su poder sobre la desigualdad de su fuerza con respecto a sus víctimas. Cualquier pretexto es motivo para incomodar a los que percibe vulnerables, por su timidez, su fragilidad o aspecto físico, porque llevan gafas, porque son disciplinados con el estudio, etc. Él supone que su comportamiento es un valor del que puede presumir. No es necesariamente el más fuerte, pero sí el más respaldado, pues, más que de una sola persona, el acoso suele venir de un grupo.
La escena de acoso no se limita a la presencia del agresor y la víctima. Los observadores juegan también un papel, según el rol que asuman: los que atizan la escena transgresora, los que asisten de forma pasiva, o los que se involucran en busca de soluciones para detener o encontrar fórmulas de conciliación.
Como muchos otros fenómenos de la cotidianidad de la escuela, el acoso se percibe muchas veces como un acontecimiento normal del escenario escolar, incluso sin importancia como posible problemática que urja un tratamiento institucional. Damos por "normal" que los niños y jóvenes tengan comportamientos agresivos. Como se decía en un conversatorio sobre el tema, realizado en la Fundación Universitaria Luis Amigó, de Medellín: "naturalizamos el fenómeno".
Pero no es algo natural, sino un modo de relacionarse que busca de forma sistemática destruir al otro, negarlo, empequeñecerlo, anularlo, silenciarlo, y que se construye socialmente. De ahí la importancia de ponerlo en evidencia, hacerlo visible y encarar estrategias para su erradicación.
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