¿Cómo se sentirá el diputado de la Asamblea de Antioquia, Rodrigo Mesa, después del escándalo que armó por el estilo ramplón con el que habló acerca del Chocó? La frase "Invertir en el Chocó es como meterle perfume a un bollo" (la cual prometo no repetirla por lo grotesca que es), contiene un desprecio claro frente a un departamento que vive en el olvido. El tono de la frase es discriminatorio e injurioso y es tan alevoso que, guardadas las proporciones, podría detonar una guerra entre regiones.
¿Queremos políticos que hablen y piensen así?, buena pregunta, ¿sí o qué?
La desfachatez y ordinariez del personaje de marras es, sin más ni menos, el estilo de los servidores públicos que hoy ni nunca quisiéramos ver ostentando el poder.
¿Se acuerdan de un concejal lustrabotas que hubo en Bogotá o de una senadora que justifica que un hombre le pegue a una mujer porque se lo buscó? Con razón algunos sienten repulsión por la política e, incluso, yéndose al extremo, dicen que les da asco.
Hay quienes tratan de justificar la grotesca frase bajo el amparo de hacer de abogados del diablo. Pero ni el diablo ni un angelito podrían obtener indulgencias por la chabacanería de la frase.
Que el Chocó es una mata de corrupción y que todo allí se esfuma, sería el argumento. Mesa se defendió: "Yo lo único que quise decir es que la plata de Antioquia es para Antioquia y no para ninguna otra parte".
Pero lo que olvidó Mesa, por concentrarse en el bollo, es que han sido los mismos dirigentes políticos los culpables del abandono del Chocó. Lo cierto es que Antioquia no es viable hacia el futuro sin Chocó y viceversa.
El progreso nunca será posible con actitudes chabacanas al mejor estilo de la vieja politiquería.
Rodrigo Mesa lleva 22 años en la Asamblea de Antioquia, donde ha aprendido lo que sabe, y por ser un paisa formado sin pelos en la lengua, de esos de cepa, eavemaría y hijuemadre. Pero sin más ni menos, es el típico ejemplo de un político atornillado a un puesto.
"El diputado Mesa encarna una corriente de ordinariez que asoma cada vez con mayor frecuencia en medios de comunicación e instituciones respetables", no lo digo yo, lo dijo el editorial del periódico El Tiempo del pasado miércoles.
La verdadera política necesita altura. Hablar visceralmente, desde el hígado, no necesariamente significa ser escatológico ni grotesco. Esa es la mejor forma de reducir por defecto el debate. De hecho, eso fue lo que pasó: después de la sandez de Mesa, la discusión del Plan de Desarrollo, Antioquia, la más educada, se vino abajo por el reduccionismo de este personaje.
La ordinariez da cuenta también de la precariedad del pensamiento. No podemos olvidar que el arte de la política está íntimamente ligado a la dialéctica, que es, ni más ni menos, el arte de dialogar, argumentar y discutir, usando el razonamiento a partir de principios. Todo político tiene una responsabilidad inmensa por la representatividad que les ha entregado el pueblo, y esto le exige una formación mínima no solo académica sino también moral y ética para estar a la altura de ese designio democrático.
Probablemente, en el fondo, Mesa no siente ni una pizca de arrepentimiento, porque como paisa de racamandaca, también la terquedad debe reinar su espíritu. ¿Será que las 25.000 personas que votaron por Mesa hablan así como él? Severo bollo donde sea así.
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