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Hacía varios años que no veía al escritor Carlos Arturo Caicedo Licona. Lo conocí por su novela " Glosa paseada bajo el viento y la lluvia ". Fue un libro que me dejó maravillado. Creo que es uno de los más bellos relatos sobre la vida y el alma de los negros que se ha publicado en Colombia. En esa época, en su casa funcionaba la única librería de Quibdó. Allí tuve mi primer encuentro con la obra de grandes escritores del Chocó casi desconocidos en nuestro país, como Rogerio Velásquez y Carlos Arturo Truque. También conocí un grupo de jóvenes graduados en universidades de Bogotá que renunciaron a los empleos bien pagados y la vida fácil que les ofrecía esa ciudad, para volver a su tierra y luchar por su gente.
Para esa época, Caicedo ya se había graduado en biología y química en la Universidad Libre y había publicado su primer libro, " El Chocó por dentro ". Luego escribiría otras obras como " La guerra de Manuel Brico Cuesta", "Historia de la Ilustración en Chocó y Colombia " y " Por qué los negros somos así ".
Después de tantos años, mi encuentro con Caicedo fue un regalo de la vida: a sus 65 años, aunque ya tiene el pelo blanco, camina todos los días 10 kilómetros; conserva su estampa de boxeador y de antiguo futbolista de las divisiones inferiores de Santafé; tiene una salud de hierro gracias a sus conocimientos botánicos de la flora del Chocó y, sobre todo, sigue escribiendo. Vino a Medellín para editar su último libro.
Pero también vino a denunciar ante la Corte Suprema de Justicia y ante el presidente Juan Manuel Santos los hechos criminales cometidos por algunos dirigentes políticos de su departamento que han tratado de acallar sus denuncias sobre una larga cadena de irregularidades en el manejo de los recursos presupuestales destinados a la salud pública. Hoy, ellos han convertido su vida en un infierno.
La historia es larga y dolorosa. Todo empezó cuando Caicedo fue elegido senador suplente para el periodo 1994-1998 por el Partido Liberal, luego de un acuerdo entre dirigentes políticos del Chocó y Sucre. La lista estuvo encabezada por José Guerra Tulena. Las primeras diferencias afloraron cuando Caicedo reclamó cumplir el pacto para posesionarse como senador en el segundo ciclo del periodo. En ese momento Guerra Tulena era el presidente del Senado. El reclamo coincidió con un trámite que algunos congresistas de su partido adelantaban ante el Ministerio de Salud para que girara una partida de tres mil millones de pesos para Dasalud, la entidad encargada de financiar la salud pública en el Chocó. Según Caicedo, en su condición de senador suplente, fue testigo de los malos manejos dados a esa y otras partidas del Ministerio, las cuales fueron dilapidadas por dirigentes liberales "fabricando facturas, inflando los precios de los contratos, emitiendo resoluciones con reconocimientos fantasmas, pagando insumos que nunca se suministraron. Hasta que pude llevar las cuentas se habían robado 12 mil millones de pesos".
En diciembre de 1977, seis meses antes de que venciera su periodo, Caicedo logró obtener una audiencia con el Presidente de la República con la intención de enterarlo de la situación. Cuatro días antes de la cita, su casa, situada en la confluencia de los ríos Cabí y Atrato, fue asaltada a escopetazos. Él se hallaba allí con sus hijos y estuvo a punto de ser asesinado. Caicedo denunció el asalto ante las autoridades de policía y dejó en poder del CTI las cápsulas de los proyectiles disparados. Después del incidente, y ante las amenazas, se vio obligado a abandonar su casa. Esta fue ocupada por un grupo paramilitar que la convirtió, junto con el resto de su finca, en un campamento permanente, a pesar de que estaba situada a un kilómetro de la División Chocó de la Policía en Quibdó. "Luego, cuando yo denuncié la trama delincuencial en un libro, para evitar que los procesaran, los delincuentes, se unieron y utilizando a otras personas, me denunciaron por injuria y calumnia. Acto seguido, trajeron de Bogotá a un psiquiatra y aquel me declaró loco y se completó la farsa". Días más tarde, la casa fue destruida por los paramilitares. La madera y los libros de la biblioteca fueron arrojados al río.
En medio del infierno que vive, Caicedo se despide con una sonrisa y con un poema. Lo puso de epígrafe en el libro " Complotados, ladrones y criminales ", donde cuenta esta historia: "Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como su insondable abismo, agradezco a los dioses, si existen, por mi alma invicta".