A Juan David lo sigue cubriendo el dolor. Él es el chico que sufre piel de pescado, enfermedad menos conocida por el nombre científico, Ictiosis hiperqueratosis, padecida, al decir de los médicos, por una persona entre un millón.
En enero de 2006 contamos la historia de este chico, entonces de 11 años de edad, residente en el barrio El Popular 2, que vivía triste por padecer esta enfermedad caracterizada por el cubrimiento de la piel del cuerpo -salvo, al menos todavía, la cara-, por unas ampollas que ocasionaban la adhesión de la ropa al cuerpo, y que, al secarse, se convertían en unas escamas que picaban, ardían y olían mal.
Nos conmovimos al escuchar a Juan David decir entonces -y este pensamiento sigue siendo el mismo- que se aguantaría las dos primeras torturas, el ardor y la picazón, sólo si este sacrificio valiera para que no expeliera ese mal olor.
Nos sentimos impotentes de saber que el sol, que el chico tanto disfruta, pues ha soñado con llegar a ser arquero del Atlético Nacional, le hace mal, pues aumenta las ampollas, las escamas, el ardor, la picazón, el mal olor...
Fue una crónica del periodista John Saldarriaga, publicada en EL COLOMBIANO en 2006, la que permitió que médicos de Medellín y de varias ciudades del mundo se interesaran en el caso de Juan David y estudiaran posibles remedios. Pero de todas las juntas salía siempre el mismo veredicto: la Ictiosis hiperqueratosis no tiene cura.
En ese texto, el periodista contó lo que en ese momento los médicos le recomendaron a sus padres, Luz Elena Alzate y Víctor Raúl Álvarez: que cambiaran su pequeña y húmeda casa por otra sin humedades, pues éstas le aumentaban el mal al muchacho.
Días después, nos alegramos al saber que el cambio de casa se consiguió, gracias a la solidaridad de la gente que atendió los llamados. La familia Álvarez Alzate pudo adquirir una casa confortable y seca en el barrio El Salvador, la cual habitan desde entonces.
Por fortuna, Juan David no está solo. Cuenta con el afecto de su familia inmediata y mi amistad.
Ahora, Juan David tiene 14 años. Está en una edad difícil. Como adolescente, está experimentando cambios fisiológicos y psicológicos fundamentales. Y ahora él no pide más cosas materiales. Con su familia, conformada además por dos hermanos, Andrea y Mateo, están agradecidos con todo el mundo por la ayuda recibida.
Lo que solicita es que los científicos de la salud, los médicos, los investigadores, le ayuden a cortar de una vez por todas o, al menos, a mitigar el mal olor que padece y hace padecer a los demás. Sobra decir que no es un problema cosmético sino de implicaciones físicas y psicológicas.
Que los hijos de Hipócrates sigan diciendo que la enfermedad piel de pescado es incurable, es un hecho que Juan David recibe y acepta, aunque sin resignación; pero que no avancen ni siquiera un paso para calmarle ese olor molesto es algo que lo desconsuela aún más.
En resumen, este clamor es para mover voluntades e inteligencias y, con ellas, que nos cuenten qué se puede hacer para evitar el mal olor. Si hay alguien que conozca un remedio para contrarrestarlo, puede comunicarse conmigo, en el 230 88 11.
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