Cuando ya despuntaba 2010, en Medellín no había otro tema para hablar que los Juegos Suramericanos. Estaban al correr de unos días y la ciudad, una vez más, se iba a lucir, eso lo tenía muy claro el alcalde de entonces, Alonso Salazar Jaramillo.
Y así fue. Empezó como un sueño que se erigió alrededor del Estadio Atanasio Girardot, con esos edificios de estructuras gruesas y verdes que son hoy la muestra de unos juegos que pasaron a la memoria como los mejores. Fueron una realidad.
Salazar Jaramillo atina a decir, en ese lenguaje sencillo de escritor de crónicas, que el reconocimiento al evento es un motivo de mucha alegría, y subraya que los juegos fueron el ejemplo mayor "de lo que nos propusimos como proyecto de ciudad: la unidad".
El reto no era fácil, más con la infraestructura deportiva de 50 años; así se invirtieron 300 mil millones de pesos en un patrimonio que se quedó en la memoria de todo un pueblo.
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