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“El día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama”

Siete cantantes, entre ellos sus hijos Martin Elías y Rafael Santos, cantaron este miércoles en los actos fúnebres de Diomedes Díaz.

  • "El día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama" | 1. El ataúd se pasó de la tarima Francisco el Hombre al carro de bomberos. 2. Silvestre Dangond, Jorge Oñate y Poncho Zuleta fueron algunos de los cantantes que estuvieron en la ceremonia religiosa. 3. Cual devotos de un santo, los seguidores se vistieron para despedirlo. 4. Durante tres días fue velado el cuerpo del Cacique de la Junta.
    "El día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama" | 1. El ataúd se pasó de la tarima Francisco el Hombre al carro de bomberos. 2. Silvestre Dangond, Jorge Oñate y Poncho Zuleta fueron algunos de los cantantes que estuvieron en la ceremonia religiosa. 3. Cual devotos de un santo, los seguidores se vistieron para despedirlo. 4. Durante tres días fue velado el cuerpo del Cacique de la Junta.
25 de diciembre de 2013
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María Rodríguez Tobar camina por la Plaza Alfonso López de Valledupar cargando un cuaderno viejo, desgastado, amarillento. Lo lleva bajo el brazo, cual amuleto, cual biblia, cual santoral. Tiene 76 años. Camisa blanca. Falda negra. Sandalias. Cabello recogido. No llora, pero tampoco sonríe. Acaba de llegar de Santa Marta, en un viaje en bus que, aunque apenas dura cinco horas, para ella fue una eternidad. Era urgente llegar, dice.

Suda, suda mucho. Pero no se queja ni de la temperatura ni de la incomodidad de estar de pie durante todo el entierro del que llama su hijo, Diomedes Díaz. Cuando abre el cuaderno aparecen las mejores épocas del Cacique. Retazos de artículos de periódico. Anotaciones a mano sobre conciertos. Datos de discos vendidos. Letras de canciones. Su época gloriosa, sus mejores pasos, los días en que montaba en carro de bomberos, el lanzamiento de un CD, una entrevista espontánea. Diomedes cargando la imagen de la Virgen del Carmen. Diomedes abrazando a un fanático. Diomedes en concierto.

María cierra el cuaderno y lo abraza. Y volvemos a la realidad. Entonces, no hay ningún Diomedes lanzando besos. No hay concierto. No hay entrevista espontánea. Sí hay carro de bomberos, sí hay músicos, sí hay fanáticos. Un dolor nuevo. La muerte del ídolo.

Así habla María: "doña, Santa Marta entera sabe de mi devoción por Diomedes. Cuando sale un periódico con algo del Cacique, en el barrio lo recortan y se lo mandan a la señora María y así he ido recopilando y recopilando y pegando por pedacitos su historia"

Y sigue: "le explico: yo comencé a amar a Diomedes cuando me descubrí mujer y desde entonces empecé a quererlo como un hijo, sí, hijo mío, y a seguirle sus canciones. Todo, todo me gustaba. Le perdoné todo. En este cuaderno, además de tener sus triunfos, tengo sus dolores, sus penas, sus enfermedades y tormentos".

A la señora María, la escucha Manuel Pedroso, quien acaba de llegar de La Jagua de Ibirico. Viajó tres horas en bus. Tiene una camiseta blanca con una imagen de Diomedes. Está angustiado porque cuenta que su papá, diomedista por tradición, se quedó llorando en La Jagua.

"La noticia de la muerte de Diomedes llegó al pueblo como rumor. Yo dije que era imposible, no, Diomedes no se podía morir. Como a las 9 de la noche supimos que era verdad y nos acostamos a dormir con la esperanza de que fuera mentira. A la media noche me despertó la música de Diomedes y me di cuenta que era verdad. Abrí la puerta de la casa, dejé las luces apagá, saqué una silla para la terraza y comencé a llorar a Diomedes toda la madrugada. Sus canciones, esa noche, se escuchaban más bonitas", cuenta el hombre, quien, al igual que María, desaparece en la multitud.

Una multitud que, al mediodía de ayer, llenó la Plaza Alfonso López, para despedir al ídolo. Así empezó su despedida: palabras de las autoridades locales y nacionales, compositores y amigos se acercaron al micrófono y a su manera le decían adiós. Luego, cantantes y acordeoneros se congregaron para cantarle.

El pueblo en la Plaza soportaba los 30 grados de calor y rompió el silencio angustioso cuando Rafael Santos, uno de los hijos de Diomedes, tomó el micrófono y les pidió a los músicos de su padre que tocaran como si él estuviera vivo. Luego se escuchó: "Ese muchacho que yo quiero tanto, ese que yo regaño cada rato, me hizo acordar ayer". La plaza rompió su silencio. Todos lloramos.

Luego apareció Alfredo Gutiérrez, el tres veces rey del Festival de la Leyenda Vallenata, sin su habitual espontaneidad, quien se confesó ante el público. "En esta plaza que me vio coronar tres veces, hoy tres veces me ve caer de sentimiento. El vacío que deja Diomedes Díaz, no lo dejará nadie más, porque la música vallenata es antes de Diomedes y después de Diomedes Díaz. La tristeza estará interpretada en mis dedos de ahora en adelante", dijo Alfredo Gutiérrez y pensé que la señora María debía estar llorando.

Diomedes, no se repite

Ante la pregunta de sus seguidores sobre quién recogerá las banderas del ídolo, para el compositor Beto Murgas, no hay duda que es una tarea compleja y de que por ahora se puede descartar. "Diomedes tuvo muchas cualidades. Hizo canciones que a ningún otro se le ocurrían, como por ejemplo, cantarle a la primera cana, eso solamente lo hacía él. Como cantante sabía que con su presencia escénica podía conquistar el mundo, tal como lo hizo. El pueblo le perdonó todo. Por eso le digo que no habrá otro Diomedes. No se repite".

Para su amigo sempiterno Álvaro Álvarez, hay dos cosas de Diomedes para destacar: una, que el velorio y el entierro se cumplieron tal y como él los quería, y dos, que por los siglos de los siglos, el país no va a engendrar a otro Diomedes.

"Estamos viviendo lo que él quiso, él dibujó y diseñó su sepelio. Él decía que todos los hombres cumplimos un ciclo y que el de él, ya se había cumplido. Despedimos a un amigo irrepetible para la música vallenata. Diomedes le tenía miedo a la muerte, pero hablaba de ella y hace unos cuatro años la venía aceptando, porque se enfermó mucho, tuvo accidentes. Sabía que su organismo, en cualquier momento, le iba a fallar. Diomedes es irrepetible, sus hijos tendrán que labrar su propio destino, pero jamás podrán ser Diomedes".

Esto que dijeron Beto Murgas y Álvaro Álvarez, lo resumió y dijo mejor uno de sus fanáticos, Diones Arrieta, quien después de las tres horas de los actos fúnebres del Cacique, chorreaba sudor: "Diomedes es un Pelé, un Sócrates, un García Márquez, un Picasso… entonces, a mí que no me vengan a decir que alguien continuará con el legado de Diomedes porque no es posible. Hay un solo Pelé, hay un solo Sócrates, hay un solo Picasso, entonces hay un solo Diomedes".

En esas tres horas, en las que Arrieta soportó los 30 grados centígrados del Valle también cantó y habló Iván Villazón. Quien ya, para ir terminando, se confesó triste y reclamó: "¿por qué te fuiste así, sinvergüenza, por qué te fuiste sin avisarnos". La plaza rompió el silencio y lloró. Apareció también Eva Calderin, vendedora ambulante que vino desde Barranquilla a vender agua y gaseosa. Dijo que a Valledupar llega siempre en abril cuando es festival, pero que apenas se enteró de la muerte de Diomedes, ella y su esposo empacaron la nevera de icopor y se instalaron en la plaza. No hay plata para hotel. Completó dos noches durmiendo en una esquina de la plaza mientras velaban al Cacique. "De las ganancias de la venta del agua, solo nos queda el pasaje de regreso a Barranquilla. No importa, era mi deber estar acompañando a Diomedes".

Al sentir que prenden el carro de bomberos, al ver que la multitud se arremolinaba junto a él, al ver cómo bajaban el ataúd de la tarima Francisco el Hombre, al escuchar la sirenas; era imposible dejar de pensar en esas coincidencias amargas de la vida de Diomedes: sus triunfos montaban en carro de bomberos y ayer, su muerte también montó en carro de bomberos.

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