Acaba de vivir Medellín una de las fiestas deportivas más importantes y satisfactorias de toda su historia. Al igual que en los Juegos Suramericanos del año anterior, durante el Campeonato Mundial Sub20 se recuperó el Atanasio Girardot para el disfrute del fútbol en familia, en un ambiente de alegría, paz y tolerancia, que en buena parte había desaparecido de nuestro estadio.
Durante estas últimas tres semanas, la ciudad, su unidad deportiva y el Atanasio, fueron escenario de una fiesta que se vivió en un clima de absoluta tranquilidad. El ambiente, propicio para niños y adultos de todas las edades, proporcionó unas placenteras tardes para una comunidad deportiva que había olvidado lo extraordinario que es ir a fútbol sin pasar miedo y disfrutar de un espectáculo en medio de la tolerancia y el respeto por los demás.
Por eso proponemos una "cultura estadio", similar a la Cultura Metro, que tanto gozamos y valoramos. Un pacto por la paz y la convivencia en los escenarios y fuera de ellos, en el cual todos adoptemos las experiencias positivas de los partidos del Mundial en las jornadas que domingo a domingo se disputan del fútbol profesional colombiano, manchadas desde hace tiempos por la violencia irracional que tanto dolor y daños ha dejado.
Pero ojo que hace falta mucho trabajo y quizás la ciudad todavía no esté preparada. Por la experiencia vivida en estos siete partidos no se puede afirmar que la violencia quedó atrás. El público que habitualmente asiste al Atanasio es muy diferente al que estuvo en los partidos mundialistas.
Enfrentar los primeros partidos de la Copa Postobón sin las mallas divisorias de las tribunas hacia la cancha y entre las mismas graderías, será una verdadera prueba de fuego. Las autoridades y los organizadores del espectáculo deberán estar muy atentos al comportamiento de los hinchas y serán estos, especialmente los revoltosos, los que tendrán que demostrar su voluntad de cambio.
Las sociedades más avanzadas, incluso aquellas que también padecieron épocas de violencia irracional en los estadios y fuera de ellos, han ido superando esa problemática y hoy disfrutan del espectáculo con toda la intensidad, pero civilizadamente. Hay que ver en esos estadios ingleses, otrora asediados por los temibles hooligans , al público disfrutando de una fiesta sin igual a pocos metros de la gramilla y sin ningún tipo de barreras.
Más allá de la buena imagen que nos dejó en el exterior, de los gratos momentos deportivos que vivimos y de unos estadios más bellos y modernos, el gran beneficio por haber realizado el Mundial de Fútbol debería ser el legado de una "cultura estadio", que deje atrás la violencia y la intolerancia y le abra las puertas definitivamente a una nueva forma de disfrutar los espectáculos: donde no invade la cancha, donde se respetan los puestos numerados, donde no se obstaculizan las escaleras ni las salidas y no se agrede al otro por el simple hecho de tener una camiseta de otro equipo.
Qué bueno sería volver a los estadios sin miedo. A vivir una fiesta deportiva en familia, donde la alegría derrote a la violencia. Ya dimos los primeros pasos, pero aún falta mucho. Eso sí, vale la pena el esfuerzo, el fútbol se lo merece.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
