Hace 25 años el deporte mundial recibió su primer gran golpe de cuenta del dopaje: el caso de Ben Johnson. El canadiense fue "cazado" con un positivo por estanozolol tras ganar la final olímpica de 100 metros en los Juegos de Seúl en 1988 ante Carl Lewis.
Aquel impacto destapó un hecho real en el deporte de alta competencia, hasta entonces acotado a la práctica organizada de dopaje de Estado, sobre todo en los países del Este de Europa. La toma de conciencia de esta lacra y su lucha entraron en discusión.
Aquel 24 de septiembre de 1988, el mundo vio una victoria contundente de Johnson sobre Lewis en la pista del estadio de Seúl. El canadiense de origen jamaiquino levantó el brazo y el dedo índice sobre la línea con autoridad, firmando un récord del mundo (9.79).
Dos días después se supo la verdad. Todo era mentira. Johnson dio positivo por estanozolol, un esteroide anabolizante. Adiós a una hazaña que era un espejismo, un fiasco superior a su efímera hazaña.
Aquel escándalo sirvió para abrir una investigación judicial y cambió la normativa en la Federación Internacional de Atletismo, que despojó al canadiense de todos sus títulos. Lo sancionó de por vida y le eliminó el historial. Después llegaron Lance Arsmtrong, Diego Maradona, Tyson Gay, un cofre de casos de dopaje que hace un cuarto de siglo destapó Johnson.
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