En Colombia estamos acostumbrados al gustico por lo excéntrico. Ver cosas que nos dejan con la boca abierta, balbuceando un "no-te-lo-puedo-creer", no es nada fuera de lo común.
Por supuesto, casi todas esas cosas provienen de personajes bastante particulares. No lo dude, tinos asprilla hay muchos y morenos de caro sobran, porque en Macondo puede pasar de todo.
Pero ese lado excéntrico tiene su parte grotesca.
Aún recuerdo que cada vez que un narcotraficante caía, la noticia venía acompañada por un recuento de gusticos particulares: el papel higiénico con estampación de billetes de 100 dólares, una piscina con forma del departamento de Caquetá, pistolas de oro, carros baleados que pertenecieron a Al Capone , en fin, son la mejor muestra de la parte enfermiza que saca a relucir el poder.
La cosa es distinta cuando las excentricidades se hacen con los dineros públicos. Ahí sí que el asunto es grotescamente doloroso y aberrante.
Y aquí viene el asunto central de esta columna: los gastos sin control del excontralor Julio César Turbay Quintero. Resulta y acontece que quien tenía que poner el control, estaba sin control.
Caracol Radio reveló documentos de gastos por más de $50.000 millones en viajes, asesorías, hoteles y contratos de prestación de servicios en la Contraloría, más una perla linda: una camioneta de gustico bastante excéntrico.
Voy a hacer mención solo de dos de esos gastos: los viajes y las asesorías.
Pillen pues. La primera, $8.000 millones en viáticos y pasajes. Grecia, Austria, Cuba, Ecuador, El Salvador, México, Japón, Indonesia, Paraguay, Venezuela y dos veces a Arabia Saudita, más los viajes nacionales, le dieron un buen acumulado de millas aéreas.
Y la segunda, $27 millones para aprender etiqueta y relaciones públicas, para no perder el glamour que requiere un funcionario de su nivel. Y sumémosle el asuntico de la camioneta, o mejor, llamémosla: la Oficina Móvil del Contralor.
La camioneta, una Mercedes Benz Sprinter, valió $110 millones. La blindaron y eso sumó otros $145 millones. Las adecuaciones de su interior, otro tantico, $41 millones. ¿Todo eso en dotación? Pues claro, si le pusieron mesa de juntas, sillas en cuero, nevera, televisor, Home Theater y Sistema de Comunicación Celular. Esto fue en 2008. Hoy, la camioneta lleva más de 10 meses en un parqueadero sin prestar ningún servicio. Si recorrió 6.000 kilómetros, fue mucho.
Obvio, Turbay salió a defenderse: "es un montaje canalla para desprestigiar a una persona que pueda tener aspiraciones políticas", dijo, y aseguró que tiene "claras explicaciones" para las denuncias formuladas.
Vaya y venga, ya las explicaciones se las tendrá que dar a la justicia. Lo cierto es que la Fiscalía y la Procuraduría avanzan en investigaciones preliminares, penales y disciplinarias. ¿Peculado y celebración indebida de contratos públicos? Pues yo no soy nadie para afirmarlo, pero sí puedo decir que los gusticos fueron bastante excéntricos.
Todo esto violenta de sobremanera al ciudadano común y silvestre. Parece que al hijo del expresidente se le olvidó que en este país, con las condiciones de injusticia en que vivimos, para millones de personas lo más excéntrico que les puede pasar hoy en día es comer una libra de carne. Ahora sí comprendo a la perfección cuando el expresidente Julio César Turbay, que en paz descanse, padre del susodicho, decía que había que "llevar la corrupción a sus justas proporciones". Papá decía y el delfín aplica.
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