El creciente precio de los alimentos y el alto índice de pobreza han sido, sin duda, ingredientes explosivos para la mezcla de motivos que provocaron la caída de los líderes de Egipto y Túnez, y la ola de protestas en contra de los regímenes de otros países árabes.
"No se trata sólo de religión y no se trata sólo de política y democracia. Esto es sobre el hambre, sobre la pobreza, sobre la producción de alimentos", indicó a este diario Mark Weisbrot, codirector del Centro para la Investigación Económica y Política de E.U.
Las cifras del Banco Mundial respecto al tema son escalofriantes y, aunque a la luz pública son simples estadísticas, para quienes padecen esta realidad es una lucha diaria entre la vida y la muerte.
Esta entidad estima que, actualmente, más de 2.000 millones de personas viven en estado de pobreza en el mundo.
De estas personas, 910 millones se acuestan diariamente sin probar algún plato de comida, situación que con el tiempo conlleva a la muerte.
Sin embargo, lo más desgarrador y preocupante es que de esa cifra, 310 millones son niños.
Ahmed El Arbi, residente de Trípoli, que huyó de las revueltas con su familia hacia Egipto, explicó que aunque los analistas sostienen que Libia es un país que no padece hambre, la difícil situación de sus vecinos hace que la migración, sobre todo de egipcios, reduzca los recursos para los propios libios y terminen en manos extranjeras.
"El bienestar del pueblo libio es relativo pues los extranjeros explotan sus recursos. Pero no los podemos culpar, padecen necesidad en sus propios países", dijo.
"Si el problema no tuviera que ver con pobreza o hambre, Gadafi no hubiera ofrecido hasta 600 dólares a las familias para que le brindaran su apoyo en las manifestaciones de los últimos días", agregó.
Según Josette Sheeran, directora del Programa Mundial de Alimentos y quien estuvo en la frontera entre Túnez y Libia para buscar soluciones a la crisis humanitaria de refugiados desatada por las protestas contra Gadafi, "el 50 por ciento de la población africana es propensa a sufrir de enfermedades relacionadas con el hambre y la pobreza como el cólera y la diarrea infantil".
"En las últimas dos décadas la expectativa de vida de los africanos cayó en casi 20 años por causa de la pobreza y las enfermedades", indicó.
Eduardo Gamarra, profesor de ciencias políticas de la Universidad de la Florida y director de Newlink Research, sostuvo que la búsqueda de democracia en estos regímenes, es solo un velo para la cruda realidad.
Según el experto, si aumenta el número de pobres y hambrientos, otros males sociales se consolidan.
"La delincuencia, las enfermedades, la prostitución y la corrupción son algunos de los flagelos que aparecen en estas sociedades", explicó.
Para Gamarra, la realidad es que el mundo avanza con más necesidades alimenticias cada vez.
"Los altos índices de natalidad y la acumulación de recursos en manos de unos pocos, agravan la situación", dijo.
A esto se suman factores como la crisis económica global, el crecimiento demográfico y el cambio climático.
Gamarra concluyó que las protestas en las naciones árabes son solo un vaticinio de lo que le espera a otros países si las condiciones de desarrollo actuales no cambian.
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