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EL JARDÍN DE MARIANA

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04 de agosto de 2012
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Mariana Aguirre tiene 12 años. Vive en el Alto de las Palmas, una montaña fría de 2.550 metros de altura donde hay bosques de niebla y arroyos de aguas cristalinas y tienen sus nidos montones de pájaros: soledades, caravanas, toches, alondras, caciques candela. Desde hace tres años, es la cultivadora más joven de la Sociedad Colombiana de Orquideología, que hoy tiene de socios a más de diez jóvenes como ella, menores de 18 años.

Ella es delgada y rubia como una espiga de trigo. El color de sus ojos es indefinible. Va del amarillo al verde, dependiendo de la luz del sol. Cuando uno ve sus orquídeas piensa que sus manos son un prodigio. Igual sucede cuando escucha sus palabras: su alma es dulce y hermosa como sus flores. Le gustan todas las orquídeas, pero más las miniaturas. Tiene una bella colección de Stelis, Masdevallias, Miltonias y Dráculas que mueven su labelo con la menor brisa como si fueran seres alados.

Viene a Medellín muy pocas veces, solo para asistir a la reunión de la Sociedad cada mes. Esos días, Mariana sale del colegio y recorre en bus los 17 kilómetros que la separan de Medellín. Blanca, su madre, la espera hasta que acaba la reunión.

Mariana estudia en el colegio El Triángulo, en Rionegro. Muy pocos de sus compañeros de séptimo grado saben que ella cultiva orquídeas. La suya es una pasión solitaria que comparte solo con Fidelito, el jardinero de su casa, y con dos o tres grandes cultivadores de flores que le han enseñado algunos de los secretos de este oficio, tan lleno de secretos.

Descubrió esta pasión por la belleza de las plantas que veía en el bosque cuando su madre la llevaba de excursión por los bosques del Alto de las Palmas. Le gustaba coger grillos y por ellos descubrió las orquídeas. Las que más la enamoraron fueron las Odontoglossum, las Oncidium y las Maxillarias. En esa época no sabía cómo se llamaban, aunque ahora dice todos estos nombres científicos como si fuera una bióloga.

Cuando participó por primera vez en una exposición, dos de sus plantas ganaron el segundo y el tercer lugar en el evento “Orquídeas, pájaros y flores” que se celebra cada año en Medellín.

Mariana tiene varios invernaderos y un bosque lleno de árboles nativos. Hay yarumos blancos, siete cueros, pinos. El bosque está tapizado de musgo como si fuera un bosque no tocado por el hombre, solo por las manos de Mariana. Cuando ella habla con sus orquídeas, les dice que si se ponen bonitas su premio será llevarlas al bosque.

En el jardín de Mariana no toqué las orquídeas, solo las miré. En cambio, arranqué una flor de manzanilla de su huerta. Desde ese día la llevo en el bolsillo de mi chaqueta como si fuera un pedazo del alma de Mariana y solo con apretarla entre mis manos me siento feliz.

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