El texto que lo acercó a la literatura lo encontró en la enciclopedia Espasa, esa de más de cien tomos que ya no se edita y que era el único que había en su casa. Juan José Millás estaba pequeño y se pasaba las tardes del verano leyendo. Ese artículo, el que años después él mismo diría que fue el primer relato al que se enfrentó, se llamaba muerte.
"Era muy morboso. Contaba, por ejemplo, cómo se hacía una autopsia, y esto a un crío de 14 años, le encantaba". Luego estaba un artículo de la vida real y ese pedazo, exacto, es del que más se acuerda. La historia era la de un señor que tuvo que salir de viaje y dejar a su esposa embarazada y, al segundo día, llegaron unos señores a decirle que su mujer había muerto. Él cogió su caballo, volvió corriendo y no alcanzó a llegar al entierro. Desesperado pidió que le abrieran la tumba para despedirse y cuando lo hace, "escucha el llanto de un niño que está naciendo de la madre muerta. El artículo terminaba con esta frase que te voy a decir, literal, referida a ese niño: "Y vivió muchos años llegando a ser alcalde de Jerez"".
Años después, Millás comprendió esa mezcla entre risa y terror y aprendió que la literatura está compuesta de contrarios. "Que la literatura consiste en asociar dos cosas que están en apariencia muy alejadas y que cuando uno consigue eso, está haciendo literatura. Yo por eso a veces digo, medio en serio, medio en broma, que me he pasado toda mi vida de escritor compitiendo con aquel relato".
Su nuevo libro es una recopilación de reportajes. Esos, precisamente, en los que ha sido un periodista inocente que se mete en los personajes o que los acompaña en su cotidianidad. Personajes de la vida de todos los días. Personajes extraños, como aquel niño que llegó a ser alcalde de Jerez.
¿Cómo ha sido su vida, al límite también?
"La mía es una vida bastante tranquila, excepto cuando me meto en estos reportajes. De todas maneras el límite es una cuestión relativa. Hay gente para la que puede ser una aventura salir a dar una vuelta por la calle, pero estas vidas al límite que trato aquí son realmente vidas raras, que están en la frontera de algo y con las que yo me identifico porque la escritura es un género fronterizo. Es decir, el escritor siempre está en la frontera, con un pie en lo desconocido, porque hay que escribir sobre ello, porque lo conocido no tiene interés, y con el otro pie en lo conocido, y hay que articularlos".
Eso desconocido es para muchas personas su cotidianidad…
"Claro, naturalmente. Cuando hablamos de alguien que es sordo y ciego, eso es muy difícil de imaginar, porque podemos imaginar que alguien es ciego, pero que es ciego y sordo a la vez, no, porque significa que ahora mismo, si tú fueras ciega y sorda a la vez, no sabrías que estoy aquí aunque te estuviera hablando. Te tendría que tocar. La cotidianidad de esas personas es esa, que es vivir casi dentro de una caja de acero. El aislamiento con el mundo es total".
¿Ha escrito sobre famosos, es su manera de decir que son personas comunes y corrientes?
"Los famosos tienen aspectos en su vida cotidiana que son idénticos a las de cualquier otra. Tienen las mismas necesidades, incertidumbres, contradicciones y enfermedades".
Escribirlos es ponerlos en la tierra…
"Yo siempre intento buscar el lado más desconocido, el lado que más ocultan, no de manera consciente, sino porque cuando uno tiene una imagen pública, esa imagen ya es inmanejable y, con frecuencia, es totalmente falsa. No tiene nada que ver con la realidad. Yo lo que intento es encontrar la realidad".
¿Le han dicho, ese personaje no, porque ese personaje no vende?
"No, porque el proyecto que presenté al periódico (El País) fue trabajar más con personas desconocidas que con conocidas y yo les argumenté que las personas normales son las más raras, que la persona más rara con la que te puedes tropezar es tu vecino y que la cuestión era mirar una cotidianidad desde un punto de vista que ayudara a ver el misterio que hay en la vida cotidiana de todas las personas, porque todas las personas son muy misteriosas".
¿Literatura y periodismo están en igualdad de condiciones?
"Creo que sí. La frontera de la que tanto se habla entre literatura y periodismo es una frontera más retórica que otra cosa. Es decir, el periodista, finalmente ¿con qué medios trabaja? Con los mismos con los que trabaja el escritor. Trabaja con la lengua, que le proporciona recursos retóricos, que son los mismos que tiene el escritor. Por lo tanto, la herramienta es idéntica. Lo único que diferencia el periodismo de la literatura es que en el periodismo no te puedes inventar nada, contar que algo sucedió si nada sucedió, decir que un señor llevaba bigote, si no llevaba, pero el modo de seleccionar los materiales y de articularlos es idéntico".
Ha dicho que en los medios digitales no hay que preocuparse por la extensión…
"Claro, esa es una de las grandes ventajas de lo digital. Tú puedes hacer reportajes largos, si quieres, porque no tienes esa limitación del papel y yo creo que el digital acabará siendo un soporte estupendo para excelentes reportajes. Ya lo está haciendo en alguna medida".
Aunque dicen que leer en digital no es tan interesante…
"Es una discusión absurda. Yo pertenezco a una generación que tiene mucha ligación sentimental con el libro, por razones obvias, pero yo llevo mucho tiempo leyendo en digital y no me ha pasado nada. Las generaciones que vienen leen en digital sin ningún problema. Yo no sé cuánto tiempo el papel y lo digital convivirán, será durante mucho tiempo, pero hay una cosa que es evidente que nadie puede discutir: el futuro no es el papel".
La mirada… ¿por qué los periodistas hablan tanto de ella?
"Tiene que ser especial, porque si cuentas las cosas desde el punto de vista que lo contaría cualquiera no tendría ningún interés, porque sería todo previsible. Esto es como el emplazamiento de cámara para el director de cine. Él pone la cámara en un lugar que no se le ocurriría a un neófito y esa mirada la tienes que cultivar. Es una mirada que fundamentalmente está hecha de extrañeza. Si a ti no te extraña la naturaleza, es muy difícil que escribas algo interesante sobre ella. Te tiene que chocar, extrañar, producir pánico, incluso. El periodista que llega a contar algo y ya sabe lo que va a ver, pues no tiene ningún interés".
¿Cuáles son los pactos que hay que hacer con el lenguaje?
"El lenguaje, cuando te pones a escribir sobre algo, te lleva a los lugares comunes. Tienes que enfrentarte a ello y llegar a un acuerdo con ese lenguaje para decir, yo no quiero decir esto, pero tienes que aceptarle algo, porque es una negociación, porque sino escribirías algo intransitivo. Suelo poner como ejemplo el Finnegans Wake de Joyce, que es una novela en la que Joyce seguramente escribió lo que le dio la gana, pero que no la entiende nadie. En otro extremo, es escribir los dictados del lenguaje, es decir los lugares comunes, lo que ya se ha dicho sobre eso. Luego hay una posibilidad que es la intermedia y es donde tú te sientas a decir, no vamos a decir lo que quieres tú, ni lo que quiero yo, sino una cosa intermedia y de esa tensión entre lo que el lenguaje quiere y lo que tú quieres decir, es donde surge un texto literario o periodístico. Un buen texto periodístico tiene que ser literario".
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