Opinaba en columna de hace unos meses que la Iglesia Católica no escapa a los momentos de crisis. Me refería en esa ocasión a la controversia pública entre los sacerdotes Alfonso Llano Escobar, de la Compañía de Jesús y Gonzalo Gallo de la comunidad Carmelita. Ahora se presenta la diferencia de opiniones entre el sacerdote jesuita Carlos Novoa, y el sacerdote Pedro Mercado, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal y Capellán del Congreso de la República. En la ocasión pasada la discusión se daba sobre la religión, el cielo, el diablo y otros demonios. Ahora el tema que divide es el aborto.
Sobre esta última controversia, con interés releí las dos opiniones. La del padre Novoa, en entrevista a la periodista Cecilia Orozco Tascón, con ocasión del debate en el Congreso de la República sobre el aborto. En ella enfoca el tema desde la conciencia y la libertad religiosa, en un Estado Social de derecho como lo es el nuestro. Afirma que respeta la decisión de la Corte Constitucional aunque no la comparte, cuando despenaliza el aborto en tres situaciones extremas: violación, malformación y pocas posibilidades de vida del feto o peligro para la vida de la madre. El padre Novoa, así lo expresa, no está de acuerdo con el aborto, pero tampoco con la cárcel para las mujeres que así lo deciden. Piensa que la solución efectiva al problema está en atacar preventivamente las causas sociales que lo provocan y que, en definitiva, es la mujer que afronta la situación quien debe decidir en conciencia la mejor conveniencia.
Semanas después, el padre Mercado se viene lanza en ristre contra el padre Novoa y con ironía y poca fraternidad pone en duda sus calidades como teólogo y científico. En su artículo titulado " Los vacíos del padre Novoa ", lo invita a corregir las falencias de su argumentación y dar ejemplo de humildad y de comunión con el auténtico sentir de la Iglesia.
No obstante lo sugerido por el padre Mercado, el padre Novoa respondió, con la tranquilidad del conocimiento, que no son exactas las acusaciones que le imputa Mercado.
Más que determinar cuál de los dos planteamientos se ajusta más a la razón, lo importante es comprender la inconveniencia de estos rifirrafes entre miembros de la misma iglesia y de la misma fe. Las controversias no sólo son convenientes sino deseables, cuando persiguen la verdad y el bien común. Ellas son útiles cuando buscan la prevalencia de las mejores ideas, pero no cuando se convierten en ataque a las personas. En el caso de instituciones como la Iglesia y la militar, deben darse con fraternidad, hacia adentro y no públicamente, porque crean confusión y afectan la cohesión, la armonía y la credibilidad de la sociedad en ellas.
La controversia no es solo aquí ni ahora. Hans Kung, uno de los teólogos más importantes de la actualidad y presidente de la fundación "Ética Mundial", quien en su momento fue nombrado por el papa Juan XXIII como consultor teológico del Concilio Vaticano; considera que en el tema del aborto las posiciones extremas no son éticas. Está en desacuerdo con el aborto como método de control natal, pero considera que hay circunstancias en que es éticamente permisible. Santo Tomás de Aquino también hizo sesudas apreciaciones aplicables al tema.
Los interrogantes que planteo son: ¿Cómo encontrar, pragmáticamente, relaciones concretas y aplicables ente la lógica, la metafísica y la ética, de manera que la religión sea base de entendimiento, solidaridad y armonía en las sociedades y no forma de confrontación? ¿Cómo cabe en este contexto el aborto y sus implicaciones dentro de la salud pública?
La Iglesia, como la milicia, deben aceptar la controversia constructiva dentro de sus instituciones y dejar la confrontación para las reales amenazas, fuera de los conventos y de los cuarteles.
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