A ratos parecería que en el país se quisiera reescribir la melancólica historia de finales de los años 20 del siglo pasado, cuando agonizaba la larga hegemonía conservadora. 45 años de poder en el Ejecutivo la tenía desgastada y el cansancio de la democracia era evidente. Voces de ambos partidos, con vigencia en aquellos tiempos, agotados por esa sucesión de gobiernos monocromáticos, denunciaban la decadencia en aquellas "aciagas horas declinantes". Abadía Méndez cerraba un ciclo, convulsionado por el saldo de decenas de muertos en los sucesos de las bananeras, que dejó tantas heridas que luego, en vez de restañarse, se abrirían con aquellas violencias de los años 40 del siglo XX.
Políticos e intelectuales de la época veían con aspecto sombrío el porvenir nacional. Transmitían un diagnóstico pesimista. Y no se equivocaron de tajo. A la hegemonía azul siguieron 16 años de controvertidos gobiernos liberales. Luego se instaló la violencia partidista. Vino el golpe de cuartel del general Rojas. Se levantó el frente civil para derrocar la dictadura militar y luego el Frente Nacional para administrar la victoria civilista. Si bien se implantó la reconciliación en la lucha fratricida de los dos partidos tradicionales, se dejaron en la lista de espera las transformaciones sociales, cuando se tenían las mayorías necesarias en los órganos del poder público para haberlas concertado.
Ya sin aquellos profetas desencantados del país -que no veían salida alguna a tantas amarguras- el ambiente colombiano tampoco es hoy claro y reconfortante. La situación política interna y la externa está bastante enredada. El referendo reeleccionista -que tanto ha agotado la productiva discusión nacional y ha congelado el examen de los problemas prioritarios del país- ha entrado en coma. El Presidente de los Estados Unidos anticipa su posición adversa a otra nominación de Uribe y sutilmente, para los buenos entendedores, deja en suspenso la aprobación del TLC, mientras se decide el asunto reeleccionista. Hay incomodidad en Venezuela por las bases que parcialmente utilizarían los militares gringos en tierra colombiana, así como por los portaaviones que surcarían las aguas caribeñas para intervenir el tráfico de drogas que solapadamente toleran algunos vecinos?
Al ex ministro Santos -candidato in pectore de Uribe- el binomio Chávez/Correa le hacen mal ambiente externo, ataques que si internamente podrían contribuir a darle buenos réditos electorales, elegirlo presidente en esas condiciones sería correr un riesgo de azarosas predicciones hasta para la paz del norte del continente suramericano.
Si bien ahora -como lo veían hace 90 años los agoreros- la República no pasa por una "mala noche sin remedio", la corrupción debilita la ética pública y las pugnas entre los poderes del Estado -con un legislativo amilanado por unas Cortes que quieren cumplir con su deber depurador- desequilibran, no solo los pesos y contrapesos institucionales, sino que rompen la cooperación que debe existir entre las entidades que en armonía deben cimentar la democracia.
Colombia, con sus bandazos, hace parte de un continente iberoamericano con naciones que -con algunas excepciones- políticamente no maduran, ni avanzan en la modernización institucional. Sus organismos internacionales son ineficaces y contradictorios -como la OEA- y otros, caso del Alba, son refugios de autócratas y populistas. Buena parte del péndulo de su historia se mueve entre la comedia y el drama.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4