-Venga, amigo, celebremos. Tomémonos el primero y brindemos por la Feria de las Flores, antes de que se termine. Bueno, yo le doy al guaro, usted tómese tranquilo su cervecita. ¡Salud! Hay que ser agradecidos. Después de todo el aguardiente que sabemos (y que tanto nos incitan a saborear en estos días) es el anfitrión y junto con la cerveza, que también sabemos (y que también tanto nos incitan a saborear), patrocinan ambos -¡tan queridos!- los eventos en la programación ferial. Éste va por ellos, ¡salud! "Como sea, pa'las que sea", "tómate la vida".
-Claro, hermano. Le voy a servir el otro. Yo sigo aquí con mi botellita, tan fría, tan deliciosa. "Todo héroe se merece?" una de éstas. Eso dicen. Y usted sáquele gusto a su traguito, después de todo el anfitrión le puso el sabor y el gusto y el picante y el color a la feria. Lo dicen también.
-Eso merece otro. ¡Salud! Tráigale al amigo otra bien fría. ¡Que viva la feria! ¡Que viva Medellín! Se lo digo a usted, aquí entre nos: los reyes de la feria son ellos, el guaro y la cerveza, ¿o no?
Pues, amable lector, aunque me digan aguafiestas y aunque las autoridades hablen de buen comportamiento y menos muertos, el licor sigue siendo el rey de la Feria de las Flores. A falta de reinas (que hacen falta, para ser francos), el espacio que dejó vacío la veleidad femenina fue ocupado por el ultra-machismo de las borracheras.
Y es una lástima que una feria de tanta raigambre popular y eventos tan significativos, como el desfile de silleteros y la exposición de orquídeas, pájaros y flores -por mencionar sólo dos-, amén de la multiplicidad de escenarios de diversión que se le ofrece a todo el mundo, se convierta en un pretexto para beber. Para incitar a beber. Para vender licor. La avalancha propagandística de las marcas de licores que patrocinan la feria (siempre hay que dudar de anfitriones y mecenas que se pasan de generosos) resulta no solamente hostigosa, sino realmente peligrosa. No da pausa ni distingue entre viejos, jóvenes y niños. La invitación es a beber. Sin trago no hay fiesta. Tomen para que gocen.
Creo que a la hora de hacer un balance de la Feria de las Flores que mañana termina, al lado de sus luces y sus sombras, las autoridades deberían someter a examen esa desaforada propaganda invitando a beber. Y más si se trata de la empresa licorera del Departamento y de un patrocinador al que se le tuvo que haber dado el visto bueno por la municipalidad. Debe haber límites. No se puede pedir cordura y sobriedad si se reparte guaro "ventiao" y cerveza a cántaros.
Bueno es culantro, pero no tanto. Y no bastan las taimadas advertencias en letra pequeña de que el exceso de alcohol es nocivo para la salud, que se beba con responsabilidad y que está prohibido el expendio de bebidas embriagantes a menores de edad. Eso no tranquiliza la conciencia y no exime de culpa. Son claramente conocidas las tendencias alcohólicas de nuestro país y, en general, de los latinoamericanos. El jueves este mismo diario publicó una información en la que se lee que mientras el promedio de consumo de alcohol en el mundo es de 5.8 litros al año, en América Latina es de 8.9. Tal vez pueda ser injusto y nos duela decir que somos un país de borrachos. Pero con frecuencia así es. O al menos lo parecemos.
Es deplorable que en la Feria de las Flores, sin escrúpulos y con el visto bueno de las autoridades y de la sociedad, estemos sembrando en los jóvenes la semilla de esa oscura flor que es el alcoholismo. Nunca nos lo perdonarían. Y más de uno odiará, cuando toque fondo, esa Feria de las Flores en la que por primera vez se emborrachó.
Pico y Placa Medellín
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