“Llame una ambulancia”, exclamó Dennis, haciendo un esfuerzo para que la voz se oyera y sus piernas aguantaran el cuerpo tembloroso, mientras la mancha roja crecía incontenible debajo de su camisa.
Caminó unos dos metros, en dirección a la cocina del hostal, y la empleada aterrada lo vio caer, mientras buscaba el teléfono para llamar a la Policía.
En ese instante, los criminales corrían desbocados loma abajo, por la calle 7 del barrio Provenza, con el peso de la culpa a sus espaldas.
A los pocos minutos llegaron los patrulleros y les pareció que la víctima aún tenía signos vitales.
Lo embarcaron hacia la clínica Medellín de El Poblado, donde los médicos no tuvieron más remedio que cubrirlo con una sábana blanca.
Su nombre completo era Dennis Ian Levy, nacido hacía 58 años en el condado del Bronx, en Nueva York (Estados Unidos). El forense determinó que murió por un proyectil que le atravesó el pectoral izquierdo.
Ese día, el 25 de abril de 2012, se desató una cacería en la Fiscalía y la Policía para esclarecer quién asesinó al extranjero, que estaba pensionado y dictaba clases particulares de inglés en nuestro país.
Indagando en los archivos de fuentes judiciales, El Colombiano estableció que desde 2007 hasta la presente fecha han sido asesinados 25 forasteros en el Valle de Aburrá: 18 en Medellín, dos en Bello e Itagüí y de a uno en Envigado, Caldas y Copacabana.
De ellos, solo dos eran mujeres, siete provenían de Europa, seis de Suramérica, seis de Centroamérica, cinco de E.U. y uno de Asia (ver el listado).
Un imprevisto fatal
El pasado 9 de abril, Dennis legalizó en una notaría de Medellín su relación con una contadora pública antioqueña, de acuerdo con el expediente del caso, y con cierta frecuencia volaba de Colombia a E.U., donde reside su hijo Nathaniel Politi Levy.
En su último viaje tenía como objetivo ir a Bogotá para renovar el pasaporte. La cita era a las 10:30 a.m. del 25 de abril, según un comunicado de la Vicecónsul Jessica R. Doncel, remitido a la Fiscalía. Sin embargo, un imprevisto de última hora evitó que ese día estuviera en la Capital, sino en el lugar donde la muerte lo encontraría.
En la noche anterior, su pareja lo dejó en la Terminal del Norte, para que abordara el bus hacia Bogotá. El conductor le dijo al norteamericano que la carretera estaba en malas condiciones y el recorrido podría durar 16 horas, impidiéndole llegar a la cita.
Dennis tomó la decisión de cancelar la travesía y a las 10:46 p.m. estampó su rúbrica en el acta de ingresos del hostal de Provenza, donde pernoctó a solas.
Igual que él, ocho de las víctimas foráneas viajaban con relativa frecuencia a Colombia, 12 eran residentes permanentes del área metropolitana y cinco murieron siendo turistas ocasionales.
Los sospechosos
Según los agentes judiciales, en cuanto a los móviles de los asesinatos de los 25 extranjeros, las hipótesis iniciales sugieren que ocho ocurrieron en hurtos, siete se deben a ajustes de cuentas, uno a bala perdida y nueve indeterminados.
Del total, apenas tres crímenes tienen implicados judicializados: el 6 de febrero de 2009, la Policía capturó a dos sicarios disfrazados de médicos que ingresaron a la clínica Las Américas y remataron a tiros al paciente guatemalteco Roberto Leonel Hernández; ambos se acogieron a sentencia anticipada.
El 6 de mayo del mismo año fue detenido y procesado en Bello un conductor, en cuyo taxi los pasajeros dejaron, en cuatro cajas de licor, los restos desmembrados de Gilbert Joseph-Pierre Vial Guerrero, un ciudadano colombofrancés. Al parecer su muerte se produjo en Copacabana, donde llevaba un mes viviendo.
Y el 3 de diciembre de 2010, la Dijín arrestó a nueve integrantes de la banda “Los Mondongueros” que habrían participado en una masacre en Envigado (2/7/2010), la cual dejó ocho muertos, incluyendo al estadounidense Jason Omar Gil Galeano.
A ellos los condenaron por concierto para delinquir y están pendientes de la imputación de cargos por los homicidios. Los demás 22 casos siguen en la impunidad.
Pero las autoridades están decididas a que esto no ocurra con Dennis, por eso elaboraron los retratos hablados de dos sospechosos, que hoy El Colombiano revela en exclusiva.
El primero es de un hombre de 22 a 24 años, unos 1,75 metros de estatura, tez trigueña, cabello castaño oscuro y contextura atlética.
El otro es una joven blanca de 21 a 23 años, 1,70 metros, contextura mediana, cabello lacio y castaño a la altura de los hombros.
A las 12:45 p.m. del 25 de abril, el par de retratados y otra mujer que sostenía una lata de cerveza ingresaron al hostal de la calle 7 con la carrera 35. Le pidieron a la encargada una habitación para tres y esta los condujo al segundo piso.
El sujeto esgrimió un revólver y presionó su frío cañón contra la frente de la empleada. “La plata”, le dijo, para remarcar la intimidación.
- “No tengo, se la llevaron ayer, apenas quedan 20 mil pesos”, farfulló la encargada, y acto seguido sintió el filo de un cuchillo en la espalda, con el cual la apretaba una de las cómplices.
Descendieron al lobby, y mientras las dos compinches empujaban con el puñal a la anfitriona hacia la puerta, el atracador se dirigió a Dennis, quien por aquel azar del destino no estaba renovando el pasaporte en Bogotá, sino navegando en internet junto a la recepción.
El extranjero se paró sobresaltado y, en vez de ceder al ultraje, forcejeó con el atracador armado. Su grito fue silenciado por un balazo que hizo eco en la residencia, y luego por el peso de su cuerpo estrellándose contra el suelo.
Los tres asaltantes huyeron despavoridos y la encargada giró para contemplar a Dennis Ian Levy. El huésped se levantó y reuniendo alientos pidió auxilio: “Llame una ambulancia”. Caminó dando tumbos hacia la cocina y cayó por última vez.
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