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El sagrado tesón de Jesús

Médico a los 62 años, ingeniero a los 40, profesor desde los 20 y, según sus cálculos, le quedan más de 80 de vida para cumplir sin afanes ni contratiempos todos sus sueños.

  • El sagrado tesón de Jesús | Hernán Vanegas | Jesús Eliécer Rodríguez Echavarría ahora tiene un dilema. No sabe en qué especializarse porque todo le gusta. También le está echando el ojo a la literatura y ya se puso la meta de escribir una novela. Y ahora que tiene diploma, experiencia en el tema y dominio de la materia, también está contemplando seriamente la posibilidad de incursionar en la política.
    El sagrado tesón de Jesús | Hernán Vanegas | Jesús Eliécer Rodríguez Echavarría ahora tiene un dilema. No sabe en qué especializarse porque todo le gusta. También le está echando el ojo a la literatura y ya se puso la meta de escribir una novela. Y ahora que tiene diploma, experiencia en el tema y dominio de la materia, también está contemplando seriamente la posibilidad de incursionar en la política.
29 de enero de 2011
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Antes de anunciar la mala nueva, lo recibieron como a un salvador venido del cielo y todos cayeron rendidos a sus canas. "¡Dios mío, gracias!- exclamaban con júbilo- ¡Por fin un médico con experiencia!". Con la mano en el corazón, Jesús lanzó las palabras que lapidaron la ilusión de los pacientes que malinterpretaron su cabeza blanca. Al igual que esos jovencitos de bata que practicaban con los enfermos del pueblo y se ponían el hospital de ruana, él también era un bisoño.

Ocho años antes del ruralito, esas cejas que parecían un par de nubes sobrevolando la frente que se despejó con los años, también despistaron a los primíparos que como él aterrizaban por primera vez en la universidad. "¿Quién habrá mayorcito por ahí?" se preguntó mientras examinaba el salón y buscaba entre tanta lozanía al menos uno que tuviera indicios de tercera edad.

"Profe, yo creo que ya estamos todos, ¿empezamos la clase?" fue la dulce bienvenida que le dio un compañero sin saber que aquel morralito que llevaba entre sus brazos no contenía las notas de un maestro sino la primera hoja de cuaderno marcada con el nombre del estudiante más viejo de 120 que pasaron a la Facultad de Medicina entre más de tres mil aspirantes.

Jesús Eliécer Rodríguez
El Jesús por el papá y el Eliécer porque nació el mismo año de la muerte de Gaitán. Como todos los hijos de mujeres mandonas, 'Chuchito' ya tenía dotes en vueltas y mandados. Cada mañana su madre lo enviaba con la olla, dos pocillos y un pañuelito para que esperara el carro de la leche a la orilla de la carretera del Urabá antioqueño.

Mientras desfilaban mulas, chivas y burros e intuía un paro de vacas, Jesús tarareaba la canción que sonaba en la radio y le daba la vuelta a Colombia cuando Ramón Hoyos y un séquito de ciclistas escalaban las paredes del país.

"¡Vuélvala a cantar!" decían las campesinas aplaudiendo con baldes y jarritas en las manos mientras soñaban con el día que la ruta surcara al pueblo para tirarle agüita al Escarabajo de la montaña.

Además de cantante, tenía nociones de escolta porque su padre, "que era un abogado liberal en medio de una leonera de conservadores de la región", siempre lo llevaba a diligencias peligrosas para que fuera el testigo, por si algún atentado, y reportara la noticia en casa.

Y las aptitudes de portero las descubrió gracias a su vecindad con la morgue cuando supervisaba cuántos inquilinos sin vida entraban al día en la década del cincuenta durante una de tantas temporadas altas de violencia.

La vocación

Hasta que se perdió la limosna de la iglesia fue candidato a monaguillo, porque la sospecha recayó sobre el asiduo colado de la misa que, al enterarse de los 969 años de Matusalén, le pareció sensato planear su vida sin afanes para morir tranquilo y sin muchos achaques a los 150.

Aunque Jesús repetía la máxima que había aprendido de su padre: -"Usted puede ser feo y tarado pero no ladrón"- solo pudo demostrar su inocencia cuando el cura pronunció una de esas advertencias con facultades vomitivas en niños. El acólito declaró su culpa y devolvió el dinero mientras se miraba los dedos con pavor creyendo en el funesto augurio -"Si no confiesa, se le pudre la mano"-.

"¡Presente!" contestó hasta cuarto de primaria cuando decidió quitarse el uniforme azul turquí, retirarse de la escuela e internarse voluntariamente en la vereda para volverse un doctor en las artes y oficios del campo, bajo la tutoría del capataz de su finca.

Aprobó lecciones al frente de caballos y terneros. Sembró sus primeros pinitos y florecitas. Recogió todos los frutos permitidos por la tierra. Calculó el área de la cosecha y la dieta de melaza para cada bestia. Y cuando las yeguas le sacaron la leche como vaquero y conoció el color de hormiga como labriego, dejó la soga, el pico y la pala y se reinsertó para toda la vida al reino del tablero.

El júbilo

Cuando ajustó medio siglo de edad, las matemáticas, la física y la geometría lo jubilaron como profesor. Los alumnos del colegio lo apodaron Atila porque a veces era un azote aunque también era un profesor 'madre' cuando perdonaba respuestas incorrectas si había un debido proceso.

A esas alturas ya había probado suerte como estudiante de geología, administración, minas y metalurgia y ya tenía el título de ingeniero civil. "Puedo volverme tendero, regador de matas o ponerme la camiseta de jubilado y hacer aeróbicos con los de la tercera edad -se dijo cuando pensó en qué haría con tanto tiempo libre- ¿Pero por qué si a mí me gusta estudiar?"

A los 50 le faltaban 100 años para cumplir la meta de vida que prospectó desde niño. Así que aunque a muchos les pareciera tarde ser médico, para él todavía era temprano realizar el reto que aplazó a los 20. "Si tengo salud puedo hacer lo que quiera y si quiero empezar de nuevo solo basta con arrancar". Y para no acumular remordimientos por culpa de no haber hecho lo que pudo hacer, se lanzó al examen de admisión de la U. de A.

Cálculos

A pesar de sus antecedentes con los números, a Jesús no le gusta combinar las matemáticas con la salud porque, a esos cálculos de vida, Dios les mete la mano y altera los resultados. Puede sumar, restar y hasta multiplicar el tiempo. "¿Usted cree en Dios?- les preguntó a sus primeros pacientes- Pues crea, yo hago todo lo posible pero él es el que nos va a ayudar".

"Doctor, usted no parece médico sino periodista" le expresó un paciente en el pueblo luego de responder al interrogatorio al que lo sometió. No quería mandarle la 'fórmula ametralladora', esa repleta de medicamentos que disparan contra el cuerpo a ver si alguno da en el blanco.

Para Jesús la enfermedad del siglo es la falta de escucha, de ahí que prefiera hacer un procedimiento correcto para llegar a una respuesta certera, acabar el mal en un disparo y que los órganos inocentes no estén implicados por las contraindicaciones que traen los fármacos.

El seguimiento
En la facultad nunca fue el nerdo pero sí se destacó por su tesón aunque fuera uno más del montón que perdieron años y no se graduaron con la promoción. El promedio no le alcanzó para ganar Dolor. Cardiología, la perdió dos veces y Salud e infección la pasó 'raspando' al tercer intento. Para muchos compañeros que estuvieron a punto de cancelar semestre o retirarse, Jesús fue el estímulo y el síntoma del 'sí se puede'. El ocaso de su madre fue un aliciente para no desfallecer a mitad de carrera. Se quejó de un dolor de estómago durante cuatro horas y el diagnóstico optimista de un 'doctor del afán' que la desatendió, le dio de alta. Al repasar sus notas, Jesús comprendió que aquel malestar que la mató había sido una policistitis y no una agriera. En teoría, la rotura de la vesícula requería una intervención quirúrgica urgente.

En la práctica de otros, también perdió a su hermano y a un par de amigos que fueron víctimas de afanados o perezosos dictámenes médicos. En un pueblo conoció a una señora a la que los doctores le recetaron la dieta del acetaminofén para un dolor que cumplía cinco años en su cabeza. Aún no comprende cómo ninguno la remitió a un especialista para que descubriera la causa y su paciente no falleciera del tumor cerebral que nunca trataron.

"¿Por qué hay gente que muere porque no la atienden? ¿Acaso la educación académica es suficiente para ser buen médico? -se cuestiona- ¿Cómo son capaces de recomendarle a alguien un medicamento que a un hijo no le mandarían? ¿Por qué ahora no importa cómo trato al paciente sino cuántos atiendo por hora?".

"No creo ser capaz de ser médico- concluye Jesús con apenas un mes de graduado-. En una EPS no me dejarían tomarme el tiempo para atender al paciente, tendría que ser un médico particular. Siento como un desengaño porque creí que la medicina era para curar y no para negociar la salud".

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