Desde el 17 de mayo, día que se conoció la salida de Germán Vargas Lleras del gobierno, el exministro ha guardado el más hermético silencio. Algunos de sus cercanos dicen que está descansando, otros argumentan que analiza los movimientos que generó su retiro y los más avezados gestores de las teorías de la conspiración, aseguran que está preparando su propia campaña, la que competiría contra el presidente Juan Manuel Santos en mayo de 2014.
De las tres teorías, en lo particular, me quedo con la segunda: un político curtido como él se juega siempre el todo por el todo. Vargas Lleras, en primera medida, no se va a tomar dos meses de descanso, una semana de vacaciones para él debe ser un siglo; eso deja por fuera la primera hipótesis. Tampoco arriesga la oportunidad real que tiene de ser presidente, por atravesársele a un mandatario en ejercicio, que tiene todo en sus manos para usarlo en su beneficio.
¿Acaso no fue testigo directo del poder de un gobernante que sólo para mencionar un caso, decidió la construcción de cien mil casas, que además decidió entregarlas gratis y que además decidió ponerlo a él para que sacara ese proyecto adelante?
Lo anterior, a los observadores desapasionados, serenos y sin delirios de conspiración, les deja descartada la tercera hipótesis.
Queda entonces planteado el escenario que lo llevó al repliegue, un lugar que le permite ver sin exposición ni sobresaltos, los juegos que hacen los contradictores. Vargas Lleras está midiendo aceites, calculando factores reales de poder de los contrarios y advirtiendo en qué sustrato pueden crecer, para neutralizar -no a los enemigos de Santos- sino a los que se interpondrían en su victoria de 2018.
Sin embargo, aunque cada cual trabaja por lo suyo, entre Santos y Vargas hay un acuerdo de conveniencias que difícilmente se podrá romper. Jean de la Bruyère, instructor de gobernantes franceses en el siglo XVII decía que "la forma mejor y más rápida de hacer fortuna es dejar que los demás vean claramente que está en su propio interés promocionar el tuyo".
De otro lado, en materias como la seguridad, que seguirá siendo el punto de quiebre político y electoral, la sociedad respalda a quien tenga la capacidad de enfrentar los problemas asociados.
Eso muy seguramente hará que Vargas Lleras, aun siendo contradictor del expresidente Álvaro Uribe, salga bien librado de la campaña y hacia 2018 mantenga los índices de favorabilidad positivos que muestran las últimas encuestas.
El silencio del exministro tiene una razón: cálculo.
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