La semana pasada me preguntaba sobre las características de los japoneses que les habían permitido recuperarse como lo han hecho del gran terremoto de 2011. Este ejercicio puede enseñar muchas lecciones a países que, como Colombia, se enfrentan a retos en materia de desarrollo, eficacia gubernamental y atención a emergencias.
La previsión consiste en disponer lo conveniente para atender las contingencias o necesidades esperadas. Es decir, estar preparado con suficiencia, para hacer frente a lo que depara el futuro. Un país debe ser previsor, su gobierno y ciudadanía deben trabajar juntos para lograrlo. Pero todos los años parecen traer un nuevo fenómeno meteorológico o geológico que encuentra a los colombianos con los jarillones a medio construir y los bomberos sin máquinas o ambulancias. El caso de Japón demuestra la importancia de ser previsivos.
Para empezar, había preparación y prevención. Alertas tempranas fueron transmitidas por los medios de comunicación japoneses unos minutos antes del incidente por un sistema con más de mil sismógrafos conectados. Se estima que miles de vidas se salvaron gracias a esta alarma, cuyo mérito se incrementa si se tiene en cuenta la dificultad de rastrear eventos sísmicos con antelación.
De igual manera, había planeación. Los japoneses sabían que en caso de una emergencia de esta magnitud los recursos debían concentrarse en mantener abiertas las líneas de abastecimiento entre la región afectada y el resto del país, por eso se reconstruyeron con tanta diligencia las autopistas, aeropuertos y demás infraestructura de transporte.
Finalmente, la idea de la dirigencia japonesa ha sido la de convertir una crisis en una oportunidad. Japón busca revitalizarse, después de años de estancamiento económico y malas perspectivas demográficas y geopolíticas, a través de la reconstrucción de la región de Tohoku. Empezaron por ahí, para luego darle un nuevo aire al resto del país.
Colombia podría aprender mucho de este esfuerzo ¿por qué no convertir las obras de reconstrucción y adecuación en la punta de lanza para hacer la infraestructura del país más competitiva? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad de atención para sacar de la pobreza a los damnificados?
No puede haber excusa para dejar de lado la previsión en nuestro país y dejarnos de preparar para las contingencias futuras, sea un desastroso terremoto o la inclemente competitividad internacional.
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