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El vicealmirante Echandía, creció en Medellín pero soñaba con el mar

  • AP | Las tropas reconocieron al almirante Edgar Augusto Cely Núñez (izq.) como Comandante de las Fuerzas Militares y el vicealmirante Álvaro Echandía Durán (der.) como Comandante de la Armada Nacional.
    AP | Las tropas reconocieron al almirante Edgar Augusto Cely Núñez (izq.) como Comandante de las Fuerzas Militares y el vicealmirante Álvaro Echandía Durán (der.) como Comandante de la Armada Nacional.
06 de agosto de 2010
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Cuando estaba chiquito, la mamá del vicealmirante Álvaro Echandía Durán, nuevo comandante de la Armada Nacional  siempre le decía que él “tenía alma de marinerito”.  Ella no se explicaba por qué, un muchachito nacido y criado en Medellín, tenía una obsesión tan grande por el mar que lo hacía leer cuanto libro tocaba el tema y ver todas las películas en las que aparecía el océano.

“Fui de la época de ‘moncho’, así le decíamos a monseñor Félix Henao Botero que fue nuestra guía en Bolivariana. Yo me quería ir para la Armada, pero no tenía ni familiares ni amigos militares, nada”, cuenta Echandía.

Contra todos los pronósticos, aprobó los exámenes de admisión y el 11 de enero de 1971 ingresó a la institución de la que se graduó con honores. “Entré jovencito, sin tener los 18 años y los paisas teníamos fama de que no nos gustaba el mar pero a mi me encantaba. No sé por qué”.

Asegura que su vida militar está marcada por los buques. Cuando se graduó como teniente de Corbeta lo asignaron a la fragata Caldas, donde su primer comandante fue también un paisa, el capitán Gustavo Ángel Mejía (quien luego fue comandante de la Armada), a quien recuerda con respeto y cariño. Por eso no duda en afirmar que “uno en su vida profesional lo que hace de uno el primer comandante que tenga”.

Luego se graduó como ingeniero naval electrónico y pensó que lo iban a mandar a los talleres de la Armada en Cartagena  para ponerse a trabajar en “lo que había estudiado”. Pero no. Lo mandaron a Turbo, donde ni siquiera había luz. ¿Qué iba a hacer un ingeniero naval electrónico en esas condiciones? La respuesta de sus superiores fue simple: usted es paisa y nos va a ayudar con el apostadero naval.

Para colmo estaba recién casado. ¿Cómo se iba a llevar a su esposa María Paula Urueña en esas condiciones? Sin embargo, ella que lo quiere tanto y ha sido la mejor compañera en casi 40 años en la Armada,  se aguantó estar en una base militar en la que era la única mujer y donde para colmo de males tenía que cargar agua en baldes desde un río. El gobernador Rodrigo Uribe Echavarría, les ayudó a que pusieran la energía y él sacó adelante el proyecto. Hasta le instaló un sistema de comunicaciones.

No me ha visto
Ha viajado por todo el mundo en el Buque Escuela Gloria. En uno de los viajes hace 20 años le tocó el tifón Margie, cuando atravesaban el océano Pacífico. Sin embargo, una de las situaciones que más marcó su vida profesional fue la experiencia en el USS Portland, de la Armada de Estados Unidos, a mediados de los 80.

“Me habían asignado 18 meses en labor de aprendizaje, en un buque grandísimo de 14.300 toneladas,  y estábamos en el Mediterráneo cuando Estados Unidos ordenó la operación contra Muammar al-Gadaffi, en Libia. Al capitán como que se le olvidó que yo era colombiano y se vino a dar cuenta a los días. Cuando me preguntó, yo le dije: ¡haga de cuenta que no estoy aquí! Estuvimos ahí seis meses”, recuerda Echandía como si se tratara de una travesura.

Su vida profesional lo llevó entre 1995 y 1995, al  Naval War College Newport en Estados Unidos. Fue consejero de la delegación de Colombia ante la OEA y delegado por Colombia ante la Junta Interamericana de Defensa, en Washington. “Ese tiempo lo aproveché para estudiar (Relaciones Internacionales)  en la Universidad de Georgetown”. Cuando volvió a Colombia, entró a la Universidad de los Andes, donde hizo una maestría en Alta Gerencia.

¡Recupere a Juradó!
Aunque los relatos de Echandía den para recordar las hazañas de los lobos de mar de los que él leía cuando estaba chiquito en Medellín, también le ha tocado enfrentar el rigor del conflicto en Colombia.

No se le va a olvidar que en diciembre de 2002 el presidente Álvaro Uribe le encomendó un reto: recuperar a Juradó, una población del Chocó cerca de la frontera con Panamá que era lo más parecido a un pueblo fantasma luego de que las Farc atacaran en enero de 2000.

“Allá no había nada. La guerrilla había atacado un grupo de Infantería de Marina (murieron 28 infantes, un policía y un civil) y acabaron con el pueblo. La Policía se había tenido que ir porque destruyeron el comando. El presidente Uribe me dijo que iba a pasar el 24 de diciembre de 2003 allá para mirar la recuperación de la zona”, recuerda el vicealmirante Echandía.

Fue un año trabajando con la comunidad; buscando recuperar la confianza perdida de lado y lado; sacando a la guerrilla, que al ver que la fuerza pública se había ido, prácticamente se había instalado en el pueblo. Allá pudo practicar algo que ha sido su filosofía de trabajo “a la gente hay que respetarla, al campesino, a los indígenas, a las comunidades afrodescendientes. La  gente piensa que a la gente humilde como la señora que lleva los tintos o a los empleados se les puede maltratar y eso no es así. Todos merecen respeto y ellos con mayor razón”.

Urabá, el primer reto
Aunque eran considerado los “niños lindos” de las Fuerzas Militares, la Armada Nacional ha cambiado en los últimos años su imagen. El nuevo comandante ha sido jefe de Inteligencia Conjunta de las Fuerzas Militares y de Inteligencia Naval, por eso cree que podrá aportar mucho a la hora de implementar la Ley de Inteligencia que fue impulsada por el mandatario electo Juan Manuel Santos.

Considera que el cambio fue jalonado por el presidente Uribe y Martha Lucía Ramírez su primera ministra de Defensa. Arrancaron con dos retos: las caravanas turísticas, que al principio eran una curiosidad por la cantidad de soldados e infantes que las vigilaban desde camiones, y las operaciones conjuntas.

“Las operaciones conjuntas han sido fundamentales y el grupo que llega a la cúpula todos somos amigos, hemos trabajado antes juntos y eso es bueno. Nosotros, como Armada, hemos participado en varias con mucho éxito. Desde inteligencia naval hicimos todos los seguimientos en los Montes de María que terminaron en la operación que buscaba rescatar Fernando Araújo”, asegura el oficial.

Poder recorrer las carreteras de los Montes de María a donde antes tenían que entrar en helicóptero para que no los emboscaran, es un alivio. Pero su gran satisfacción es que los cultivadores de aguacate y tabaco, saludan a los militares y recuperaron su confianza en ellos.

Como nuevo comandante de la Armada llega con un reto personal en Urabá, donde el narcotráfico no ha dado tregua. Una situación similar se da en las costas de Córdoba. El gran enemigo a enfrentar, serán las bandas emergentes al servicio del narcotráfico, para lo cual espera contar con la ayuda de un amigo personal, el director de la Policía, general Óscar Naranjo.

Echandía, es el tercer comandante paisa de la Armada y asegura que no hará menos que Rubén Piedrahita Arango (1947-1949 y 1951-1953) y su primer “jefe” el almirante Ángel. Su intención es hacer quedar bien a los paisas “así tengamos fama de que no nos gusta el mar”.

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