Lo que se encuentra quien llega por primera vez a la sede principal de la Congregación Mariana de Medellín no es precisamente un grupo de monjas caminando por sus pasillos, aunque este nombre ha estado asociado por años a dicha imagen, tal vez porque los nombres están fabricados justamente de eso: de música, de sentido, de significado. En esa casa, cuya arquitectura y quietud sobreviven al ruido y ebullición de la avenida La Playa, en el corazón de Medellín, la espiritualidad es concebida de un modo más profundo, como lo expresó Javier Duque Ramírez, director ejecutivo de la Fundación Santa María, ente administrativo de las obras de la Congregación. “Partiendo de nuestra religión, aquí cada persona es mirada como un ser humano creado por Dios, que requiere respeto, dignidad e igualdad”, relata. Entre la respuesta del directivo y la creación de la Congregación Mariana de Medellín, han pasado ya 76 años. En sus inicios, el 9 de mayo de 1937, fueron 16 exalumnos del Colegio San Ignacio de Loyola quienes le apostaron a este principio de espiritualidad ignaciana, para dar vida a una idea de negocio tan altruista y genuina como ayudar a los demás, sin ánimo de lucro.
Pero, aunque cambien las voces o se reemplacen los nombres de los casi 1.300 empleados con los que hoy cuenta la institución, en esencia ésta sigue siendo fiel a los principios y filosofía que un día empezaron a cultivar sus creadores. “Más que una atención se busca llevar un mensaje espiritual”, refiere Duque Ramírez. A lo largo de su historia se han gestado diferentes procesos estructurales, como ceder todos sus bienes con el fin de continuar su desarrollo como empresa, y dar origen a la Fundación Santa María, en 1968, y a la creación de las 12 obras sociales que tienen en la actualidad, enfocadas en la familia y educación, la salud y las comunicaciones, como quien siembra una semilla con todo el potencial para dar frutos.
¿Cómo lograr permanecer durante tantos años, estar vigentes y mirar con confianza el futuro? Una res- puesta que para él se resume en conjugar una cultura organizacional orientada al servicio a la comunidad, con un modelo corporativo solidario, lo que les ha permitido afrontar retos como la globalización, la crisis del sector salud, y la pérdida de valores.
Con nuevo nombre
Sin rigidez, flexibles y abiertos al cambio, así es como se puede leer la institución en cada frase que pronuncia su directivo, con tono sereno y seguro. Y es quizá por esto mismo, y por la firmeza en la orientación de servicio, por lo que cambiar el nombre fue también darle un nuevo aire a la institución. “Ahora la tendencia es la de abreviar los nombres”, dijo el Director Ejecutivo, como en una especie de introducción para explicar el alcance del nuevo nombre. VID, es ahora la nueva marca con la que desde el pasado 6 de marzo se empezaron a nombrar las 12 obras de la Congregación Mariana, lo que da cuenta de un proceso de renovación y transformación de la institución, de cara a las nuevas dinámicas del mercado, y refleja la centralización en su administración.
“La V representa la vida, con base en el corazón, la cual hemos defendido y por la que hemos trabajado, la I expresa la integración de ser humano como ser colectivo que necesita la salud mental, física y espiritual, y la D simboliza nuestra responsabilidad ambiental con el mundo”, concluye Duque. Para llegar hasta una marca que fuera más atractiva se buscó, según él, un nombre corto, sonoro, con impacto visual, y con un simbolismo que reflejara la filosofía y los valores de la Congregación Mariana, de modo que pudiera generar aceptación y recordación también en las futuras generaciones así como en otros países.
Organización VID: este será el nombre que remitirá en adelante a estas 12 obras con sentido social.