Atrás quedaron las montañas de carbón de Amagá, la perfección de cerro Tusa y el vaho y el sopor de Bolombolo. El Cauca, cargado de silencio, es el último acompañante antes de tomar una loma que parece interminable pero que en la cima entrega la recompensa: Jericó, mosaico de colores brillantes al que no le queda grande su historia, la historia de Antioquia.
Una diócesis, tres comunidades de religiosas – Clarisas, Lauritas y Dominicas de la Presentación – y 19 templos demuestran la fuerza de la Iglesia católica en el pueblo y en la cultura paisa.
Monumentales exposiciones de arte republicano y gótico para el deleite no solo de los creyentes, porque además de la fe son espacios para el aprendizaje de propios, que nos reconocemos en ellos, y de forasteros, que entienden el poderoso influjo español y francés en el suroeste del departamento.
Frente a la Catedral de Nuestra Señora de las Mercedes está el parque, imponente y espacioso. Decenas de palomas picotean el maíz y, en el vuelo, forman puntos oscuros que rápidamente se pierden en el rojo, verde, anaranjado y blanco de las casonas de grandes ventanales, portones y chambranas de madera.
Los niños corretean junto a la fuente. Viejos, enamorados y familias enteras descansan en las bancas, refrescados por el viento frío del atardecer. Y bajo quioscos, escuchando guasca, ranchera, vallenato, salsa o reguetón, otros conversan, toman y bailan. De allí es el carriel y en viejos negocios lo venden. También el café y el cardamomo.
A dos cuadras de la Catedral está el Centro de Historia, el más importante de Antioquia, según el historiador Germán Suárez Escudero. Allí deslumbran los óleos de todos los personajes notables del municipio, sus obras literarias separadas en una completa colección y una inmensa sala de reuniones, digna de un cónclave.
El escritor Manuel Mejía Vallejo, el periodista Javier Darío Restrepo, el médico Héctor Abad Gómez y la beata Madre Laura Montoya son parte de la larga fila de personalidades que parió esta tierra.
A los 13 mil habitantes los protege el Cristo Rey de uno de sus cerros tutelares, al que se accede tras pasar por el Jardín Botánico, apacible y romántico, con puentes techados y senderos de piedra que zigzaguean en la montaña.
Desde el cerro, los turistas suben en teleférico hasta el parque de las Nubes, donde algunos practican rápel y otros menos osados caminan, disfrutan el aire puro y contemplan la panorámica de la localidad, fundada a mediados del siglo XIX por Santiago Santamaría Bermúdez de Castro.
El frío del bosque de niebla, el clima templado, muy agradable, de la zona urbana, y el calor de Cauca Viejo son las opciones en Jericó que, con su belleza, le rinde tributo a su nombre, el mismo de la antigua ciudad de la Tierra Prometida.