Curar y embellecer. Dos tareas, dos extranjeros, una sola ciudad. Desde San Salvador llegó a Medellín un pequeño de nueve meses con una cardiopatía congénita. Desde Miami arribó una mujer a retocar su figura.
Estas son dos caras de una misma moneda: el reconocimiento a la calidad en los servicios de salud en la ciudad.
Fernando José Cubías apenas tenía tres días de vida cuando su piel se tornó morada, como sus labios y las uñas. El diagnóstico señaló el problema: tenía una cardiopatía congénita.
"Estábamos ingresados en el Hospital Bloom, de San Salvador, cuando llegó la jornada de una fundación que se llama Sana mi corazón, que son gente de Estados Unidos que atiende en diverso países", dijo Jessica Cubías, la mamá de Fernando.
Ella habló con la directora de la fundación y le contó su caso. Su historia llegó a los oídos de los miembros de los clubes rotarios de El Salvador, que contactaron con los de California y que, finalmente, se comunicaron con los miembros del Club en Medellín, hasta donde viajaron Fernando y Jéssica.
Cara
Cuando a Jéssica le informaron del viaje a Medellín, ella ya creía que se habían olvidado de su hijo.
Pero no. "Fue una tarea conjunta en la que participamos los rotarios, Taca, Avianca y una fundación llamada Music for Hearth, Unidos por Colombia, Santiago Corazón, el Hospital General...", contó Luciano Vélez, ex secretario de Salud del departamento y miembro del Club Rotario.
Entre todos reunieron los recursos para el viaje, la estadía de Jéssica y claro, la operación.
"Tenía un estrechamiento en la arteria aorta y hubo que corregir eso. También una complicación en la arteria pulmonar que se tuvo que intervenir", explicó Vélez.
Ellos se pasaron un mes en la ciudad. "La gente, es maravillosa, la ciudad, si me pudiera quedar, me quedaba acá", opinó Jéssica.
La operación fue el 21 de octubre y tras un mes en la ciudad se prepara para regresar.
Y sello
Mientras Fernando se recuperaba, Joan Domenech preparaba su maleta para volver a Medellín.
Ella ya había estado aquí el año pasado, cuando una amiga le recomendó un especialista en cirugía plástica de la ciudad para practicarse la mamoplastia.
"Aquí la gente es fabulosa, tu sabes", dijo, con su acento puertorriqueño que elimina las erres y las convierte en eles.
"Me gusta es la amabilidad de la gente, porque en estos momentos, esta cirugía me sale en lo mismo aquí que en Estados Unidos, porque aquí tengo que pagar comida, alojamiento, pero el trato hace la diferencia".
Aunque aún está amoratada por la intervención (una liposucción), sabe que en un año, "quizá en diciembre para ver los alumbrados", volverá para operarse de nuevo. Esta vez, los ojos.
¿Que si confía en el talento de los médicos de acá? "Claro que sí, incluso lo remiendo a otros compañeros en Miami", aseguró.
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