No nos alcanzamos a imaginar la cantidad de gente que en el mundo ofende a Dios a cada instante.
Hay mucha lujuria y desenfreno y mucha maldad en todo sentido.
A veces somos tercos y de corazón duro, pues el Señor nos llama de muchas maneras: Por medio de una homilía, de la lectura de la Biblia, a través de la Santa Misa, por medio de un amigo, de una enfermedad, de un revés económico, de un artículo que nos llamó la atención etc.
Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír, y peor ciego que el que no quiere ver.
Es justo y necesario reparar tales ofensas o desagraviar a Dios y a la Virgen María con oración, sacrificio, ayuno. La Eucaristía diaria ojalá, los Sacramentos, el Santo Rosario, la lectura de la Biblia y sellar con la Sangre de Cristo a todos los que les ofendemos.
Además nos beneficiamos nosotros mismos con dicho alimento espiritual. Es importante pedirle mucho al Señor que nos dé dominio de sí mismo para no ofenderlo más, a Él y a los demás.
Me recomendaron un libro de Apostolado de Reparación, del Ejército victorioso de los corazones triunfantes.
Es fabuloso. Me encantó. Si están interesados en comprarlo lo pueden pedir al 3127018531.
Nos ayudaría mucho también a este tema leer la parábola de Epulón y Lázaro en el Evangelio de San Lucas, capítulo 16 y 19 al 32.
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