Si en el mundo se habla de los “diamantes de sangre” al hacer referencia a las gemas extraídas de África, Colombia también pone su vergonzosa estela de sangre y violencia en la explotación de una de las piedras preciosas que, vaya paradoja, es carta de presentación de nuestra tierra en el resto del planeta.
La reactivación de las hostilidades entre los esmeralderos, siempre vinculados a la explotación de la piedra en el occidente de Boyacá y con fuerte influencia (política y económica) en Bogotá, su principal plaza comercializadora, abre puertas a la hipótesis sobre la llegada a la zona de nuevos “jugadores” en ese negocio millonario, algunos de ellos sindicados de vínculos con el narcotráfico.
El fallecimiento de Víctor Carranza (el poderoso señor de las esmeraldas que gozó de protección al más alto nivel institucional de Colombia), habría traído consigo la erosión de los ya frágiles pactos de paz que rigen la región desde hace un cuarto de siglo.
En la búsqueda de impedir un nuevo ciclo de violencia, la Iglesia Católica se ha empleado a fondo y sirve como puente para que el Gobierno no solo provea seguridad sino también inversión social.
Mientras el presidente Juan Manuel Santos declara que no permitirá una “nueva guerra verde”, el obispo Héctor Gutiérrez Pabón, respetado en la zona, insiste en que el Ejecutivo amplíe la inversión y abra alternativas a los jóvenes de los municipios esmeralderos en actividades que no estén relacionadas solo con las minas y su seguridad.
Y es que la empresa de las esmeraldas en Boyacá, no obstante los aportes económicos de algunos patronos a las familias que durante generaciones han trabajado en los socavones y las barrancas, mantiene aún, junto con el Gobierno, una gran e histórica deuda social con las comunidades asentadas en las áreas de explotación.
El territorio esmeraldero, que durante décadas ha sido tierra de nadie, y ante la claudicación de poder estatal, ha quedado a disposición de quien más violencia ejerza, ha visto también el paso de comandos paramilitares. Estos fueron relacionados en el pasado con el propio Víctor Carranza, que sobrevivió a varios atentados y quien, hasta el momento de su muerte, en abril pasado, disputó el poder y control del negocio con Pedro Nel Rincón, llamado por sus coterráneos “Pedro Orejas”, detenido ayer y considerado el más poderoso de los empresarios de esmeraldas, atacado con una granada, en confusos hechos, hace 12 días.
Las autoridades locales (alcaldes, sacerdotes y líderes esmeralderos) tienen razón en preocuparse: las guerras en la zona siempre se han caracterizado por una implacable y alta dosis de violencia y muertos que al tiempo que deja postradas a las comunidades, vuelca a las víctimas hacia los bandos y polariza el ambiente hasta niveles de zozobra y tensión que provocan desplazamientos y ruina económica.
Le urge al Gobierno (que había anunciado una reunión con voceros civiles del occidente de Boyacá) desactivar otro nuevo frente de conflictos armados y perturbación del orden público. Suficiente ha tenido con una guerrilla que retomó sus acciones terroristas y con bandas criminales que mantienen sus actividades delincuenciales en otra veintena de zonas del país. El clima de inseguridad se amplía con esta anunciada confrontación entre los esmeralderos boyacenses que a nadie le conviene.
LOS ESMERALDEROS SON CONSCIENTES DE QUE LA VIOLENCIA SE ESTÁ DESBORDANDO
Por MONS. HÉCTOR GUTIÉRREZ PABÓN
Obispo de Engativá. Fue obispo de Chiquinquirá entre 1998 y 2003.
Estamos viviendo un momento delicado, y más con el atentado contra uno de los industriales de las esmeraldas, que si bien no acabó con la firma del pacto de paz, sí lo desestabilizó. Pero poco a poco hemos ido tomando el control, conversando con los diferentes agentes del proceso. Por sugerencia del Presidente de la República nos vamos a reunir en Chiquinquirá, con delegados del Gobierno y las Fuerzas Armadas, con los gobernantes locales, a ver cómo solucionamos los problemas. El primero de ellos es cómo rebajamos los índices de la violencia a cero. El segundo, cómo solucionamos los problemas de orden minero que se presentan en la región. Y tercero, de la mano del Gobierno, cómo incrementar una asistencia social a nivel de familia, de trabajo, de seguridad, de carreteras.
La raíz del conflicto de esta zona no es la gente, que es bondadosa. La razón es la riqueza de la tierra, las esmeraldas. Muchos no han sabido ordenar tanta riqueza, la convierten en trago, en mujeres, y eso lleva a la beligerancia.
Yo he hablado con todos los esmeralderos, me consideran su amigo y yo también como amigo de ellos. Son conscientes de que se está desbordando la violencia, quieren asistencia para poner en cintura el negocio de las esmeraldas, y por eso están dispuestos a escuchar al Presidente, ponerse de lado de él y empezar a trabajar.