La moda en Antioquia tiene historias y nombres que son el eje de su constitución como una industria.
Pasó por la fuerza de un tremendo potencial textil, avanzó a la consolidación de una red confeccionista, que se transformó, con el pasar de los tiempos y la aparición de las necesidades, en un gremio que entendió la cohesión como una forma de trabajo y la visibilidad como la estrategia comercial para ser más competitivos.
A comienzos del siglo XX, la relación con la moda estaba asociada a Europa, a los viajeros y a los negociantes que ofrecían con avisos en primera página del periódico: “Telas traídas de Europa”, “Se hacen trajes de caballero a la medida”.
El desarrollo textil que comenzó con Coltejer, en 1907, dio pie, poco a poco, a la necesidad de confeccionar prendas, al estilo de las que lucían las personas más pudientes o las que se apreciaban en las revistas. También, para aprovechar el trabajo de las modistas locales, orgullosas de su conocimiento, de sus máquinas Singer y de poder aportar a la economía doméstica con su trabajo dentro de la casa.
En la confección, la moda y sus expresiones locales, el papel de la mujer ha sido eje de progreso: Clementina Trujillo y su almacén La Primavera, que luego fue empresa de camisas; Rosita Mejía y su tienda en Oviedo, donde Silvia Tcherassi vendió sus prendas. O Alicia Mejía, con los desfiles en el restaurante La bella época, y su decisión, desde Inexmoda, de hacer más internacional a Medellín. Las hermanas Eulalia y Olga Piedrahíta, con su marca Barroco. Y Margarita Gómez y Chacha Posada, que le dieron altura profesional al modelaje.
Un recorrido, un homenaje a los que han construido un sistema moda, potente y vital.
Pico y Placa Medellín
viernes
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