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¿Estaremos ayudando o dificultando la vida de los hijos?

  • Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
    Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
07 de marzo de 2011
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La creencia de que ser excelentes padres significa estar siempre dispuestos a sacrificarnos por los hijos y proporcionarles todo es, posiblemente, lo que nos está llevando a vivir pendientes de sus asuntos y mantenerlos dependientes de nosotros durante mucho tiempo después de que tienen la edad y el derecho de hacer lo que quieran.

Cada vez son más los hijos adultos que viven "becados" en la casa de sus padres, y no sólo esperan que les proveamos todo como si fueran chicos, sino que a la vez demandan que no nos entrometamos en su vida porque "ya son grandes".

Es decir, exigen los derechos de los menores y a la vez los privilegios de ser adultos.

Parece que los hijos ignoran (y los padres también) que, a partir del día en que cumplen 18 años de edad no sólo adquieren el derecho a gobernarse por sí mismos sino que también pierden otros, porque también se termina nuestra obligación de mantenerlos.

Si bien hasta ese momento los padres estamos en "servicio activo" y debemos responder por todo lo de los niños, una vez que ellos llegan a la mayoría de edad pasamos a la "reserva", listos para ayudar sólo en las emergencias.

Como quien dice, de ahí en adelante cualquier cosa que hagamos o les demos a los "niños" es un acto de generosidad de nuestra parte, no un deber. Y es fundamental que les recordemos que nuestro cargo ad honorem como padres ahora es voluntario, y que si quieren seguir gozando de nuestro patrocinio, deben merecérselo, y agradecérnoslo.

Si los hijos siguen viviendo en nuestra casa después de la mayoría de edad, deben acogerse a nuestras normas, y hacerse cargo de algún oficio y de ciertos gastos. De lo contrario, posiblemente abusarán de nuestra "bondad", y aprenderán que las personas que los aman deben darles todo gratis, una lección que no les augurará un buen futuro en su matrimonio.

Si bien cuando los hijos son adultos no podemos controlar todo lo que hacen, sí podemos controlar lo que nosotros hacemos.

Tenemos que dejar de inventarnos buenas "disculpas" para seguir manteniéndolos y solucionándoles sus asuntos, porque así no los estaremos ayudando, sino obstaculizando la posibilidad de que ellos construyan una vida satisfactoria y feliz.

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