Colprensa, Bucaramanga
Un guía encontró en la cueva del Nitro, en Zapatoca, Santander, a los cinco jóvenes de Girón que desaparecieron hace 17 días.
Se trata de Wilmer Hernández Carreño, Carlos Gilberto Mosquera Mora, Nelson Acosta Acuña, John Anderson Rodríguez Meza y Juan de Jesús Pinzón.
Quisieron arriesgarse en las vacaciones y hacer algo diferente, pero sin pagar los tres mil pesos que cobra el guía por mostrarles aquella maravilla natural de más de 125 millones de años. Entonces, osaron desafiar el destino y casi mueren en el intento.
A por lo menos 150 kilómetros de profundidad, a 4 horas de camino de la luz, rezaron, bebieron agua de un riachuelo del que ni siquiera sabían su color y oraron para que ocurriera lo que al fin, el sábado pasado, sucedió: un destello de luz en la penumbra 'golpeó' el rostro de uno de los jóvenes con lo que supieron, en ese momento, que se habían salvado. Era el guía al que esquivaron porque no tenían dinero.
Deshidratados
"Decidimos que iríamos a Zapatoca, a meternos en la cueva para conocerla. Nos vinimos para acá, nos quedamos en un hospedaje donde Nelson le preguntó a una señora dónde quedaba la cueva.
La señora nos indicó la dirección, advirtiéndonos que teníamos que pagar un guía. Pero no teníamos plata, y qué va, nos metimos con dos velas y media caja de fósforos.
Cuando ya quedaba media vela les dije: ¡devolvámonos, que nos vamos a perder! Pero caminamos y ya no hallamos la salida. Juancho se cayó en un pozo, se nos mojaron los fósforos. Entonces nos sentamos como en un cambuche a esperar, a orar... Sentíamos los peces en el agua, que gracias a Dios sabía limpia. No se veía nada", relató uno de los muchachos.
John Anderson Rodríguez fue uno de los más conscientes después de la pesadilla que vivieron. En su cara se vio la fatiga: los ojos hondos, el rostro pálido, los labios resecos, así como los demás.
Famélicos, con bolsas de suero colgadas sobre sus cabezas, con catéteres inyectándoles nutrientes para recuperar los kilos que perdieron en la penumbrosa expedición que hicieron, se recuperan en un hospital de Girón.
"Los días pasaron. Dijeron que duramos diecisiete días ahí. Creo que el jueves fue que nos comimos unas cucharadas de caldo del que habíamos comprado en el hospedaje. El taco de galletas se nos estaba acabando y también los pedazos de carne que teníamos...", dicen en el relato.
Hasta que apareció John Alexánder Puello, el guía... el ángel de la guarda.
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