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Éxito con fraude es un fracaso

El engaño no es la mejor vía para llegar al éxito. Y no sólo porque tarde que temprano se descubre, sino porque constituye una base endeble y lleva al fracaso, tanto del individuo, como de la sociedad.

  • ILUSTRACIÓN NATALIA GÓMEZ
    ILUSTRACIÓN NATALIA GÓMEZ
27 de septiembre de 2013
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El suceso registrado en la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), con las calificaciones que algunos alumnos alteraron de forma fraudulenta, nos pone en el centro de un interesante debate en torno a los valores, a los cuales se quiere anteponer una cultura de la ilegalidad.

Darle mayor valor al éxito a toda costa, por encima de la ética y del respeto a las normas y las leyes que rigen nuestro comportamiento ciudadano, puede conducirnos a un fracaso como sociedad.

Atentan contra el cuerpo social fraudes y conductas donde prevalece la lógica del avivato, pues lesionan las relaciones entre las personas y causan perjuicios económicos graves, sin que al parecer sea la cárcel, si es que la condena se produce, un factor disuasor suficientemente fuerte para acabar con este flagelo.

De hecho, los altos niveles de corrupción en el país son una clara advertencia de este trastoque de valores y prenden alarmas sobre la necesidad de enfatizar en una educación que desde las aulas escolares refuerce la formación cívica, moral y ética.

El hecho registrado en esta respetable Universidad, denunciado y sancionado por la misma institución, no es un caso aislado en la sociedad colombiana, donde la trampa, la viveza, la habilidad para engañar a los demás, se han entronizado como antivalores, con graves consecuencias en cuanto a la degradación de las costumbres sociales y de los principios éticos.

No podría achacarse el problema a una generación, pues igual en el pasado los fraudes en asuntos académicos (exámenes, tesis de grado, investigaciones plagiadas y hojas de vida con datos falsos), se comentan como anécdotas sin trascendencia.

Tales prácticas no son tampoco exclusivas de aulas escolares, sino que se presentan en muchos ámbitos, incluso en el político e institucional.

Quizás por el uso de las nuevas tecnologías, que hacen más pequeña la aldea global, estos asuntos tienen mayor difusión hoy y, por ende, sea también más prioritaria una reflexión para que hechos como el registrado en la UPB, cuando algunas personas vulneraron los sistemas informáticos, con un interés económico para favorecer a algunos estudiantes, sean reprobados socialmente.

En el pasado reciente han tenido gran difusión incidentes similares que llevan a pensar que todavía persiste la idea de que, en asuntos académicos, no tiene mayor relevancia el fraude y que por ser, en algunos casos, un tema tan poco sancionado, se puede incurrir en él sin consecuencias graves.

Es obvio que no se trata de un tema que implique o sólo incumba a los jóvenes, pues tal falla no respeta edades, ni tampoco rangos y posiciones. Vale la pena recordar el caso reciente del ministro de Defensa de Alemania, Karl Theodor zu Guttenberg, uno de los funcionarios más exitosos del gobierno de la canciller Angela Merkel, quien se retiró de su cargo tras admitir el plagio en su tesis de doctorado, título al que también debió renunciar.

Habría que pensar que entre el éxito sin merecimiento, que en nuestro medio va acompañado de un interés desmedido por el dinero fácil, y lo que podríamos llamar el "elogio de la dificultad", recordando al filósofo Estanislao Zuleta, hay un dilema ético que tiene que resolverse a favor del esfuerzo consagrado como la mejor vía para triunfar en la vida.

Nada justifica la trampa, aunque ahora algunos crean que por acudir al engaño para obtener un logro suelen ser más inteligentes y "vivos" que quienes se apegan a las normas. Y eso no es así, pues un éxito cimentado en el engaño resulta ser la cuota inicial de un fracaso mayor, tanto individualmente como para toda la sociedad.

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