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¡EXPLOTÓ LA CONDENADA!

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22 de diciembre de 2012
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"El profesor de química solía comenzar la primera clase del año con un consejo: ‘Muchachos, no se equivoquen… Hay errores en la vida que no pueden corregirse’. Eso decía mientras exhibía la mano derecha con sólo cuatro dedos, porque el pulgar se lo había volado en un experimento con explosivos. ‘Ustedes conocen el viejo dicho de que cualquiera se puede equivocar porque errar es…’; y dejaba la frase en suspenso, a la espera de que la clase se apresurara a completar: ‘Humaaanooo’. Entonces remataba su número con un teatral ‘¡De güevones…’. Mucho me acordé de esa clase cuando al loco Hernán le dio por meter dentro de un frasco un taco de pólvora que explotó antes de tiempo y le clavó esquirlas de vidrio en todo el cuerpo".

"La pólvora y los globos eran manifestaciones imprescindibles de nuestras navidades, hasta que un triste diciembre un chorrillo siguió un curso incontrolable y vino a parar al bolsillo donde mi hermano guardaba borrachitos y buscapiés. Estuvo un año con la pierna llagada cubierta de pomadas verdes y dolores atroces".

"Un compañerito del colegio Benedictino, más o menos de trece años, perdió sus dos manos por un taco de pólvora que le estalló antes de que lograra soltarlo. Al año siguiente llegó al colegio con dos prótesis de esas de ganchos de acero movidos por resortes... Sus manos para el resto de la vida".

"Hace unos años, un vecino murió cuando le explotó un "entierro" de pólvora con el que estaban jugando él y sus compañeritos. El juego consistía en llenar un tarro metálico con pólvora, enterrarlo, encenderlo y luego correr. Todo funcionó bien, menos la última etapa".

"Éramos cinco, el mayor no superaba los 14 años. Estábamos quemando papeletas. A veces las tirábamos una a una, otras veces las atábamos en serie con una cabuya y explotaban de lo lindo, ¡tas, tas, tas… Uno de los cinco tiró una papeleta prendida, que quedó en el borde de la acera, pero no explotó. Supuestamente la mecha se apagó. Mi hermanito menor corrió a recuperarla para volver a prenderla. La cogió y la puso en la palma de su mano izquierda... ¡Tas, tas, tas… ¡Explotó la condenada… Mi hermanito gritó de dolor. Su manito sangraba sin parar. Envolvimos en un trapo sucio el muñón que todavía colgaba y salimos con mi hermano para urgencias, pero no se pudo hacer nada. Perdió completamente su mano izquierda. Tengo un hermano mocho. Y un recuerdo imperecedero de que con la pólvora no se juega".

Poco que agregar. Cinco dramas humanos de los que no hablan las estadísticas, que sólo nos entregan fríos números. Según datos desactualizados desde el pasado viernes, este año hay en Antioquia más de 113 quemados, entre usuarios y observadores, 58 de ellos menores de edad y 6 mutilados.

Frente a una campaña inocua y timorata que solo genera escepticismo, una ley ineficaz y unas autoridades inoperantes por desbordamiento de infractores irresponsables que no invierten una neurona en la toma de conciencia, es fácil predecir que esta vez tampoco habrá noche de paz y que en la víspera de año nuevo la noche no estará serena.

Muchos quedarán marcados, serán víctimas de burlas y seguramente muy infelices para siempre, debido a las deformaciones de su cara y su cuerpo, si sobreviven. Que no explote la condenada. ¡Que no explote…

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