Más allá del artista universal, a Fernando Botero lo quieren y admiran por ser un excepcional ser humano, íntegro, honesto, solidario, generoso, sencillo, apasionado, de excelente sentido del humor y con un entrañable amor por su país.
En esto coinciden su esposa, sus hijos y cuatro de sus siete nietos -las dos hijas de Juan Carlos son apenas unas niñas y el texto de Nicolás no alcanzó a llegar-, quienes se unen desde hoy a la celebración de su cumpleaños, expresando lo que el artista significa para ellos.
SOPHIA VARI, ESPOSA Y ESCULTORA
" Fernando Botero es grande y total en el mundo del arte. Como persona, lo admiro por su generosidad y humanidad, así como por su amor a su familia. Tiene, también, un amor profundo por su región paisa y por Colombia, y esto para mí ha sido una grata lección. Admiro su increíble carisma, sus convicciones y la gran pasión que siente por lo que hace".
FERNANDO BOTERO ZEA, HIJO Y EMPRESARIO
"Tener un papá universal me produce un profundo orgullo y es también una lección permanente de su compromiso con el trabajo, de la seriedad con la cual se aproxima a investigar los temas y a desarrollarlos. Es una persona que jamás descansó sobre los laureles sino que siempre se está exigiendo y creando problemas desde el punto de vista de la plástica. Son muchas las lecciones que aprendo de él al verlo triunfar y lograr tantas cosas importantes. Creo que es un ser humano extraordinariamente generoso, con una gran honestidad profesional y con un gran compromiso con su familia. Tenemos una relación normal papá-hijo, con la única diferencia de que es un papá famoso. Tenemos una excelente relación".
LINA BOTERO ZEA, HIJA Y CURADORA
" Fernando Botero es un gran ser humano antes que cualquier cosa. Un gran ejemplo en todo el sentido de la palabra. Un gran artista. Un ser... (contiene la respiración y sus ojos se encharcan) que lo significa todo. Aunque vivimos en diferentes países nos vemos con mucha frecuencia y tenemos una comunicación extraordinaria. Estamos felices de estar celebrando un momento tan importante en su vida".
JUAN CARLOS BOTERO ZEA, HIJO Y ESCRITOR
"Ha sido muy placentero ver los reconocimientos a mi padre, tan justificados y merecidos, porque es un trabajador incansable y a mi modo de ver, está haciendo un aporte maravilloso. La suya es una de las obras plásticas más importantes que se han creado en nuestro tiempo. Lo que más quisiera resaltar y valoro es ver cómo la personalidad de mi papá en ningún momento cambió a raíz del éxito, la fama o el dinero, como muchas veces pasa. Mi padre sigue siendo el mismo paisa, la misma persona sencilla, modesta. Una persona sin ninguna clase de ínfulas, con gran claridad en sus convicciones estéticas, personales y filosóficas. Es un hombre de una capacidad intelectual asombrosa y con un conocimiento enciclopédico de la historia de la pintura, pero en ningún momento esto se ha traducido en arrogancia. Y esa calidad humana, con su generosidad sin límites, es lo que más celebro de él. Se hace querer".
FERNANDO BOTERO QUINTANA, NIETO
"Para mí es un gran orgullo ser nieto de Fernando Botero . Toda mi vida lo he admirado como artista pero aún más como ser humano. Ha sido un privilegio compartir tantos años a su lado. Son muchos los recuerdos de mi infancia que lo contienen; desde pequeño he ido a Pietrasanta, a visitarlo todos los años. Pietrasanta es un lugar especial para nosotros, porque es ahí donde tenemos la oportunidad de estar más cerca de mi abuelo: almorzamos y cenamos todos los días juntos y en esas comidas surgen conversaciones de todo tipo, que van desde lo que él está trabajando en ese momento hasta los recuerdos de su infancia en Medellín, que comparte generosamente con nosotros. Del mismo modo nos cuenta los numerosos encuentros interesantes que ha tenido con grandes personajes en su vida: por ejemplo, la vez cuando conoció al Ché Guevara en Nueva York o su encuentro con Bacon en una galería en París.
Mi abuelo es una persona muy alegre, con un gran sentido del humor y siempre dispuesto a tener una conversación sobre cualquier tema que a uno se le ocurra. De él siempre me ha impresionado que, a pesar de la fama de la que goza, sigue siendo una persona sencilla que nunca ha olvidado sus orígenes. Es curioso que sabiendo tantos idiomas, los hable todos con acento paisa y que en el fondo de sus recuerdos esté siempre la vieja Medellín en la que nació y creció.
Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecerle por ser un gran abuelo y por los momentos de mi vida que he podido compartir con él, y para felicitarlo por sus ochenta años".
FELIPE BOTERO QUINTANA, NIETO
"Existe en Pietrasanta, bajando por la vía Garibaldi, una pequeña capilla, la Capilla de la Misericordia, en donde hay dos frescos de mi abuelo: uno representando el Infierno y otro el Paraíso. Recuerdo que desde pequeños, desde que empezamos a ir, pasábamos al menos una vez por la capilla y mi padre o mi madre o mis tíos me decían, "Mira, ahí están los frescos de tu abuelo". El primer recuerdo nítido que tengo de aquella peregrinación, pues efectivamente era una peregrinación, (debía tener unos cinco o seis años) es de aquella vez que me di cuenta que en el suelo del fresco que representaba el Infierno, en medio de las catacumbas entreabiertas y las losas partidas, estaban los rostros de mi abuelo, de Sophia (su esposa), de Mario, el jardinero de la casa; de Gabriela, la que ayudaba a limpiar la ropa y de todas esas afectuosas personas que, como miembros más de la familia, nos recibían todos los años en el inmenso caserón en lo alto de Pietrasanta.
Recuerdo que cuando me di cuenta de la presencia de mi abuelo y de Sophia en el Infierno, sentí ardientemente deseos de estar ahí con ellos. No me importaban las llamas, las calaveras jugando cartas, los rostros y los cuerpos contorsionados de dolor, atormentados por pequeños demonios. Yo quería estar ahí con ellos. Más de diez años después, lo que me impresiona de aquellos frescos no es la presencia del rostro de mi abuelo en el Infierno sino la presencia misma de su trazo, de su estilo, de su obra en aquella pequeña capilla de un pueblo de la Toscana italiana.
Pensar que en cien años, cuando artistas y teóricos del arte viajen a Italia a ver las obras de los grandes renacentistas, esa capilla será una visión más del Infierno y del Paraíso de la que suscitó Dante con su Divina Comedia y él está ahí. Y eso, conjugado con el conocimiento de la importancia que tuvieron los artistas del Quattrocento y del Renacimiento en su formación, me hizo comprender por primera vez la dimensión de la obra de mi abuelo.
Es muy difícil emitir un juicio objetivo acerca de un artista con el que se tiene un vínculo tan fuerte y arraigado como el de abuelo-nieto. Tengo con mi abuelo una relación muy cercana y cariñosa que se ha dado, en gran parte, gracias a su enorme sentido del humor (el mismo que le permitió ponerse a sí mismo y a su esposa en el Infierno) y lo fascinante que su vida es para mí. Siempre ha estado dispuesto a compartirlo todo con nosotros: su trabajo, sus recuerdos, sus ideas, su pasión por el arte. Esto ha sido terriblemente contagioso y creo que ha marcado la vida de todos nosotros para bien. Su generosidad nos ha permitido posibilidades como las de conocer Europa y vivir cómodamente, algo que él, en su infancia en Medellín, no tuvo. No tengo palabras para agradecerle. Fernando Botero es un gran artista y es también un grandísimo ser humano, y yo me siento honrado de pertenecer a su familia".
CAMILA BOTERO LLANO, NIETA
"Además del inmenso amor que le tengo, la admiración ha sido siempre un ingrediente fundamental de la relación con mi abuelo. Lo considero un gran artista, una persona maravillosa y un abuelo excepcional.
En lo profesional, una de las cosas que más admiro de Fer, mi abuelo, es que definitivamente es un artista de convicciones muy claras que son el resultado de una reflexión profunda acerca del arte y de la función que éste debe cumplir en la sociedad. Esos principios, lejos de quedarse en palabras, impregnan toda su obra. Es un trabajador incansable que se ha ganado a pulso el reconocimiento que tiene hoy. Trabaja durante horas en su estudio, con una disciplina casi monástica que es el reflejo de la tremenda pasión que tiene por el arte. Es un hombre muy generoso y comprometido con el país; una persona sencilla que no duda en demostrarle su gratitud a las personas que trabajan para él. Ha sabido conjugar su éxito profesional con una vida personal plena.
Lo admiro muchísimo como abuelo. Tenemos una relación muy cercana y amorosa. En el mes que pasamos con él en Pietrasanta, Fer comparte su tiempo y su vida con nosotros de una manera verdaderamente generosa. Entre vinos hablamos de todo: actualidad, historia del arte, política. Nos cuenta historias de su infancia en Medellín, de sus inicios en el arte. Su mente y su espíritu son tremendamente jóvenes. Sé que siempre puedo contar con él. En los momentos más difíciles de mi vida he recibido su apoyo y su amor incondicional. Es para mí un ejemplo y una fuente constante de aprendizaje, en todos los ámbitos de mi vida. Me siento afortunada y profundamente agradecida con la vida por permitirme tener como abuelo a un ser humano excepcional".
ANDREA WILD BOTERO, NIETA
"Siempre he querido saber a qué sabe la famosa "sopa de pintor" preparada con agua hervida, cebolla y menudencias de pollo que mi abuelo comió durante tanto tiempo cuando se mudó a Nueva York a los 28 años de edad. O haber viajado en la parte de atrás de su Vespa mientras iba de París a Florencia con sólo una mochila y unas cuantas ollas amarradas a la moto. Escuchar su silbido cuando se escondía en el potrero de papas en East Hampton pretendiendo ser Samuelson, el personaje del vecino loco y roba-niños que él se inventó para asustar de chiquito a mi mamá y a mis tíos. Anécdotas como estas y mil más, han sido las fantasías con las que crecí junto a Fer.
A través de los años entendí que además de ser mi abuelo, es un artista importante y respetado, una figura pública, un filántropo y un revolucionario en el arte. Es además hombre de familia y el axis alrededor del cual giran los Botero. No hay nada como pasar los veranos en Pietrasanta en familia junto a Fer y a Sophia. Es un pueblo en la Toscana donde acudimos desde que éramos pequeños, y el que todos llamamos casa. Es también el lugar donde nos vamos todos a la playa en bicicleta, cenamos en familia, y donde aprovechando la fecha del cumpleaños de mi tío Juan Carlos, celebramos el de todos y cada uno. Él siempre se ha involucrado personalmente en nuestras vidas; es una persona con la que se puede hablar de todo, desde compartir un corazón roto hasta lo inimaginable. Mi abuelo es mi cómplice. Mi conexión con él es muy fuerte, porque además siento que compartimos la misma pasión: trabajo en el mundo del arte y he tenido la gran fortuna de aprender mucho de él y del mundo que nos enseñó a querer desde que éramos chiquitos. Fer es todo un personaje con un gran sentido del humor, es la persona más confiable del mundo, y sus detalles son de generosidad infinita. Admiro y quiero a mi abuelo más de lo que jamás podría decir, porque además de ser un gran artista, es un gran ser humano".
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