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31 de mayo de 2013
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La reciente crisis con el gobierno de Maduro ocasionada por la visita de Henrique Capriles a Casa de Nariño es prueba reina de la fragilidad de las relaciones políticas entre el gobierno del presidente Santos y el del sucesor de Chávez.

Una vez más, el mundo entero puede evidenciar el carácter dictatorial del régimen de Maduro, que lentamente va despojándose de su falso manto democrático para revelar su verdadero semblante autoritario.

Dicha situación permite hacer un análisis de las relaciones entre Colombia y Venezuela desde diferentes aspectos.

Primero. Queda probado que la solidez de las relaciones entre dos países va más allá de un apretón de manos ante los medios de comunicación y de una declaración grandilocuente en la que los representantes de los países se elogian mutuamente.

Aunque pueda haber diferencias en estilo y políticas públicas, entre democracias puede haber amistades estrechas y maduras, no así entre una democracia como Colombia y una neodictadura como Venezuela.

Segundo. No es que Uribe haya sido un buscapleitos y enemigo del gobierno venezolano, como lo han presentado algunos, ni tampoco que Santos sea una paloma de la paz.

El problema no está en el gobierno de Colombia ni en sus mandatarios. La real dificultad de este caso es el talante intolerante y antidemocrático del régimen venezolano que no se acepta ningún punto de vista que contraríe el suyo. La diferencia frente a lo anterior está en que el gobierno de Uribe respondía públicamente ante los agravios del gobierno vecino, mientras que el de Santos prefiere manejar estos asuntos a puerta cerrada. Si bien es cuestión de estilos, la diplomacia por definición es prudente y serena, pero no debe ser sumisa ni cobarde ante el insulto recurrente.

Tercero. Está en el manual de crisis de la mayoría de los dictadores a lo largo de la historia que cuando sus países tienen problemas internos, la respuesta está en buscar un enemigo externo que logre levantar una cortina de humo para distraer la atención sobre lo importante.

Recordemos el reciente caso con Corea del Norte y su joven dictador Kim Jong-Un, quien amenazó al mundo enteró con desplegar sus misiles nucleares en medio de la hambruna de su pueblo.

De manera semejante tanto Chávez como Maduro han recurrido al miedo y a la amenaza externa en los momentos más críticos de su país.

El gobierno colombiano no debe permitir que cada vez que haya crisis en Venezuela, nuestro país se convierta en el as bajo la manga del gobierno venezolano para distraer la atención de su ciudadanía por medio del insulto a nuestras instituciones y líderes.

El maquillaje de la supuesta recuperación de las buenas relaciones con Venezuela se ha ido diluyendo en medio de la presente tormenta diplomática. Ojalá esta situación sacuda al gobierno del presidente Santos y de ahora en adelante empiece a tratar con menos beneplácito a quien hoy ostenta un poder cuestionado en el Palacio de Miraflores.

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