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La historia de Ligia Palomino Riveros en el accidente aéreo

25 de agosto de 2008
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El viaje estaba programado desde hace dos meses, mi novio había organizado todo para que visitáramos a su hermano en Islas Canarias junto con Gema, mi cuñada.

La mañana del miércoles José se levantó a escoger los asientos en la página de Spanair en internet para evitarnos las largas filas. Esa decisión cambió nuestras vidas sin saberlo. Estuvimos hablando acerca de qué puesto íbamos a elegir, como Gema había viajado poquito pensamos que era mejor que ella estuviera en una ventana. José y la hermanita iban en los asientos 8A y 9A, respectivamente, y yo iba en el 9B.

A la hora de embarcar hubo una confusión de asientos, fue el destino. Estuve a punto de sentarme en la fila de atrás pero el señor que estaba allí, un alemán, me hizo caer en la cuenta de mi error.

Después de una larga espera, a la 1:20 p.m. se empezó a mover el avión y el comandante dijo por altavoz que se había encendido algo que daba error en sus monitores y que tenían que volver al mismo sitio.

Recuerdo que había un señor enfadado y seguramente, como estaba tan adelante, no alcancé a escuchar a los pasajeros decir que se querían bajar del avión.

Cuando cerraron las puertas, porque nos íbamos, José llamó a su hermano Jaime en Canarias y yo llamé a mi hermana Fernanda, le dije que salía un error de ventilación y que ya nos íbamos.

Luego, carreteando en la vía, me dio la sensación de que el avión hizo un pequeño frenón. Cuando despegó noté un tirón hacia un lado y el avión empezó a tambalear, bajaba el ala derecha y luego subía, tanto que vi el cielo por la ventanilla.

Fue rapidísimo, yo sólo se que me agarré de la silla y pensaba 'no puede ser, no nos puede pasar nada', al mismo tiempo oía gritos y hasta ahí recuerdo...

La pesadilla
Lo recuerdo como un sueño, una imagen como naranja se pasa por mi cabeza sin reconocer ni un cuerpo, ni una persona, ni una cara. Escuché explosiones y asumo que eso fue lo que me hizo abrir los ojos y volver a la realidad.

Estaba como en un charco. Supongo que estaba sobre una silla, aunque no tengo el recuerdo consciente.

Creo que estaba tumbada en el suelo porque el pelo lo tenía lleno de ramas y de tierra y seguramente en medio de mi obnubilación me senté y empecé a ver. Empecé a hacer fuerza y quería ver, pero no podía levantarme por la pierna.

Vi un chico de espaldas tirado en el suelo, lo sacudí y le gritaba "José despierta", no me hacía caso y me di cuenta que no tenía ni el reloj ni la camisa de mi novio.

A mi alrededor habían muertos, fuego, humo y un incendio como a 300 metros.

De pronto el viento cambió de sentido y sentí calor, el fuego venía hacia nosotros, pero no recuerdo haber visto vivo a nadie.

Pensé que me iba a morir y empecé a gritar auxilio y escuché a más gente gritando socorro, hasta que llegaron los bomberos. Yo llamaba a mi cuñada y a mi novio. Después me enteré que José estaba vivo a un metro mío.

Inmediatamente intenté levantarme pero tenía el fémur roto, veía la pierna doblada como en forma de z. Llegó un compañero mío del Samur (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate de Madrid) y yo le grité "Juanjo, soy Ligia".

Mi cuñada falleció y mi novio no sabe nada todavía.

Él está en otro hospital. Ya hablé por primera vez con él pero no pudimos conversar mucho porque se cansa.

Después de esta experiencia tan dura, pienso que soy afortunada y creo que esto es una oportunidad que me está dando Dios porque tengo muchas cosas por hacer.

Le doy las gracias a Dios y a todos los seres divinos que están arriba.

Todo esto hace falta vivirlo en carne propia, incluso que el dolor de los que han perdido a sus seres queridos sirva para que disfrutemos la vida y para que hagamos cosas buenas en ella.

Todas estas cosas tienen que servirnos de enseñanza; tenemos que disfrutar, tenemos que abrazar a nuestras familias, a veces nos perdemos en nimiedades y nos disgustamos por tonterías.

Yo se que de ahora en adelante voy a abrazar más a mis padres, los voy a besar más, hay que disfrutar, hay que amar, hay que darlo todo.

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