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GRACIAS POR EL CONSEJO

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15 de julio de 2013
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Un viejo amigo, columnista veterano de otro diario me aconseja, indirectamente, que debo cambiar temas, estilo y todo lo demás de esta columna. Primero que todo, gracias por su preocupación; segundo, no quiero promover en mis lectores aquello que llaman síndrome de abstinencia porque un vicio literario de más de treinta años no se puede abandonar de la noche a la mañana. Mi defensa no es sino una: que siga con lo suyo de política y problemas de todos los colores.

En el Congo hace falta una de sus columnas para resolver el conflicto y el mundo le agradecería que escribiera algo para resolver la guerra civil de Siria. De paso, si le queda un espacio, haría gran favor si con uno de sus escritos termina con la pesadilla de Afganistán. Con los resultados que debe haber obtenido mostrando sus columnas, podría también dar una mano en La Habana... lo están esperando. Ánimo, muchacho, que el mundo y las columnas salvadoras son de los valientes. De los "valientes" columnistas.

Finalmente, compañero de oficio, ¿qué "estilo" le gustaría para una nueva columna que agradara a los doscientos cincuenta mil lectores que Papel sobrante tiene todos los martes? De paso, quisiera saber cuál es el nombre de su "pilastra"... conviene que la gente se entere de algunos secretos...

PAUSA. Me corrigen lo de los lectores de los martes. No son doscientos cincuenta mil, son doscientos cuarenta y nueve mil quinientos.

CABALLO. Me duelen los recursos. Me duele que vayan desapareciendo de la vía pública los carros de caballos que durante tantos años vimos cargar pedazos de ladrillo, cascotes, restos de antiguas edificaciones, conductores serios con su cigarro atravesado prestando sus buenos oficios por toda la ciudad. ¿Adónde irán aquellos animales sumisos, casi todos de cabeza gacha, ahora que los carritos motorizados los remplazan en las grandes ciudades?

Vaya uno a saber qué camino tomarán después de una vida esforzada y sudorosa, si alguna vez los vamos a encontrar convertidos en trocitos de carne en las mesas de los restaurantes casi clandestinos. O, a lo mejor, podrán terminar su vida pastando gratamente en la propiedad de un ricacho, que también hay algunos llenos de corazón. O, por ahí, olvidados, como quisieran algunos ver esta columna.

Perdón, compañero, pero como usted tiene el barrio, la ciudad, el país, el mundo y parte del universo en la cabeza, le pediría una "manito" para las balaceras de las comunas, el contrabando de los zapatos chinos, la adecuación de la carretera al mar, el desempleo y alguna bebida para el estreñimiento. A mí no me queda tiempo porque ando terminando una conferencia titulada Picasso y la pulpa de café... Y disculpe "mi falta de ignorancia"....

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