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GUERRA O PAZ

  • GUERRA O PAZ
26 de julio de 2014
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El derribamiento del Avión de la Malaysia Airlines por terroristas ucranianos el pasado 17 de julio, que le costó la vida a 298 personas, no solo es un crimen monstruoso que derrota todos los postulados del Derecho internacional humanitario y del Derecho internacional de los derechos humanos, sino un hecho luctuoso mediante el cual se pone en evidencia que el planeta Tierra –como hace siglos– se debate en medio de odios fratricidas e irreconciliables. Además, ello hace pensar que la aeronave perteneciente a la misma compañía, desaparecida el fatídico ocho de marzo en aguas del Océano Índico con 239 personas a bordo, también pudo haber sido desaparecida por extremistas no identificados.

Pero lo más preocupante es la indiferencia, no solo colectiva (véanse los lánguidos pronunciamientos de la burocratizada comunidad internacional y las inexistentes acciones para frenar el nuevo conflicto ucraniano) sino la individual. Esa misma apatía que permite mirar los hechos "desde lejos", sin inmiscuirse, como sucede cuando se habla de la Franja de Gaza, donde dos pueblos hermanos se despedazan como fieras, mientras en el camino quedan los asesinados (casi siempre mujeres, niños, enfermos e indefensos) que se cuentan por centenares, como producto de los bombardeos, los misiles y, sobre todo, de la incursión terrestre de uno de los comprometidos en este demencial trance.

Así mismo, en Irak (¡la cuna de la civilización humana…) el conflicto entre combatientes del Estado y de Levante (ISIS, atendidas sus siglas en inglés) es de una gravedad tal que los rebeldes, quienes amenazan con tomarse la capital, declararon la instauración de un califato y, por ende, de un nuevo estado islámico. Otro tanto debe decirse del sanguinario conflicto Sirio, con sus más de ciento cincuenta mil fallecidos, en el que la brutalidad no tiene límites ni fronteras.

Y, para dejar esta parte del planeta, mírese lo que sucede en el ultrajado continente africano: la guerra tribal en Sudán del Sur, las intervenciones militares en la República Centroafricana, Malí, RCA, RDC, Sudán (Darfur), Sudán del Sur, Chad, Nigeria y Niger, conflictos gestados por una agobiante situación social, económica y política. Esto sin olvidar los escenarios bélicos de Uganda, Angola y Somalia, aún no resueltos.

Incluso, entre otros ejemplos, cítese el cruento escenario colombiano que con las negociaciones en La Habana entre el Estado y una facción de alzados en armas –con un apoyo cubano que no es desinteresado sino direccionado en pro de sus intereses–, permite sembrar el dolor por doquier sin que ni siquiera los todavía desconocidos acuerdos posibiliten, de una vez por todas, el cese de la violencia criminal aunque sí las maquinaciones políticas y el engaño patológico de algunos.

En fin, con Sigmund Freud en su famosa carta a Einstein se debe preguntar y responder: "¿Cuánto deberemos esperar hasta que también los demás se tornen pacifistas? Es difícil decirlo, pero quizá no sea una esperanza utópica la de que la influencia de estos dos factores –la actitud cultural y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura– pongan fin a los conflictos bélicos en el curso de un plazo limitado. No es imposible adivinar a través de qué caminos o rodeos se logrará este fin. Por ahora solo podemos decirnos: todo lo que impulse la evolución cultural obra contra la guerra" ("El porqué de la guerra", en Obras completas, 3, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 3215).

Urge, pues, que todos los seres humanos entendamos que la única salida para asegurar la convivencia armónica en esta pequeña esfera perdida en el cosmos infinito es la razón y no el sometimiento de los vencidos en medio del dolor, la anarquía y la destrucción; con el empleo de la fuerza bruta y el exterminio de los contrincantes será imposible lograr la justicia social y llevar la tan anhelada paz a todo el planeta, de tal manera que se propicie una armónica sociedad global donde quepamos todos sin distingos.

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