Hay que pasar por la carnicería, atravesar un patio lleno de perros, canarios cantando y chorizos curados colgados al lado de la ropa y subir una pequeña pendiente para llegar hasta la obra de arte.
Allí, Hermes, el hijo de Conrado Tangarife, es el creador de una obra que refleja el dolor constante del municipio de Amagá: los mineros.
El amasijo de barro, el mismo material que utilizaba su abuelo para hacer tejas y jarrones, ya tiene forma en sus manos: dos mineros, saliendo de la tierra, con los ojos cerrados y suplicando al cielo que termine el sufrimiento de sobrevivir bajo la tierra.
-Desde pequeño he visto pasar camionetas con mineros heridos y he asistido a muchos entierros de mineros muertos. Es un dolor que ha pasado por el frente de mi casa desde que soy un niño-, dijo Hermes, mientras definía un poco más el casco de una de sus creaciones.
Hermes, para aclarar, es carnicero y lo hace para subsistir. Su padre también es carnicero y desde hace ocho años, entre los dos atienden un local a dos cuadras del parque para sostener a la familia.
En los ratos libres, Hermes atraviesa el patio de perros y canarios para llegar a su refugio, ubicado en la parte posterior del solar.
El silencio creador
El taller de Hermes es un lugar pequeño, donde su figura enorme apenas cabe al lado de la nueva obra y de su amigo de siempre, que para cuestiones de espacio se acomoda perfectamente: El Flaco.
Allí es donde nacen sus mineros atribulados. Él afirma que nunca ha ido a una escuela de bellas artes y el único curso que hizo fue uno de cerámica cuando acompañó a su mamá.
-Todo ha sido autoaprendizaje-, afirma.
Aprendizaje que comenzó haciendo máscaras para la Taberna de Conrado, hace algunos años, antes de la carnicería.
Pero no quería quedarse haciendo máscaras. Entonces, comenzaron a surgir dentro de él aquellos recuerdos del dolor de los mineros.
-Mi papá y mi tío fueron mineros 25 años y muchas cosas del oficio las fui conociendo durante esos años acompañándolos.
Sin fotos, solo con los recuerdos, Hermes toma la arcilla y saca esa expresión triste y suplicante de sus obras. Después, como una movida del destino, las cubre con brea para darles un aire envejecido.
Hasta ahora no ha hecho ninguna exposición y las únicas clases que ha dictado se las dio a César Vargas, El Flaco, su primo, su hermano, quien lo ha acompañado en todas las aventuras: la taberna, la carnicería y los mineros de barro.
-A mí lo que más me gusta de sus obras es la expresividad. No sólo la de los mineros que es muy especial, sino también de los ángeles y los Cristos-, precisó El Flaco.
Es verdad: Hermes no sólo hace mineros, sino, según Conrado, "unos ángeles preciosos", que tiene como adorno en la casa. Allá también están las obras de su hijo de seis años, que ya comenzó a heredar su arte.
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