Benedicto XVI ha tenido un gran acierto en declarar a Hildegarda de Bingen , alemana (1098-1179), doctora de la Iglesia universal, pues se destacó en todos los campos del saber, hasta ser llamada la Sibila del Rin.
Mujer culta por excelencia, fue señora del mundo en todas sus dimensiones, con un gran dominio de relación de amor consigo misma, con los demás, con el cosmos y con Dios.
Desplegó una actividad asombrosa en todos los campos del saber. Fue compositora, poetisa, naturalista, fundadora, teóloga, predicadora, taumaturga y exorcista, con un conocimiento admirable de los secretos de todos los seres de la creación.
El secreto de su personalidad polifacética está en su relación de inmediatez con Dios. En uno de sus libros, “Conoce los caminos”, leemos: “Tú ves una luz esplendente que […] representa al Padre; y dentro de esa luz ves una forma humana […] que designa al Hijo en la divinidad […] encarnado en el mundo, según su humanidad. Y esa forma humana arde con un fuego suave y rojizo […] que representa al Espíritu Santo, aquel por cuyo medio el Hijo de Dios […] ha nacido de la Virgen María […] y ha expandido por el mundo el resplandor de luz de la verdad [...] El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son inseparables en la majestad de la divinidad”.
San Bernardo, el hombre más importante del momento, aprobó su espíritu al conocerlo por una carta que ella le envió. “Padre, estoy perturbada por una visión […] que no he visto con mis ojos carnales, sino en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición femenina, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero el Espíritu de Dios me ha enseñado que las debo creer”.
Preparó recetas magistrales de medicina natural con ajo, ajenjo, albahaca, caléndula, castaño, comino, hinojo, menta y otras hierbas. Y aconsejaba: “A quien le duela el brazo o el costado haga hervir perejil en vino, añada vinagre y miel, fíltrelo en un paño y bébalo a menudo, y curará”.
En su “Libro de las Obras Divinas”, fruto de su relación de inmediatez con Dios, expresó el interés por la armonía entre el ser humano, la creación y el Creador.
¿Cómo te dispusiste, Hildegarda, para que tu Creador se deshiciera en magnanimidad contigo? ¿Con qué gesto consigo que Dios viva en mi corazón como en su propio hogar?.
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