El fin de semana pasado tuvieron lugar las elecciones municipales españolas. Desde el 15 de mayo miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se lanzaron a la calle para mostrar su indignación por la difícil situación que atraviesa España.
El movimiento "Democracia Real, ya" surgió en internet, gracias a las redes sociales, con millones de seguidores. Desde allí se extendieron acampadas, cuyo epicentro fue la Puerta del Sol, en Madrid, seguida por las principales ciudades del país, como Barcelona o Sevilla.
En todos estos puntos las concentraciones han ido en aumento a medida que se ponía el sol, negándose a dar por concluidas las acampadas, pues incluso el día de las votaciones se negaron a abandonar sus lugares de concentración, de hecho, los mismos "indignados" aseguran que su presencia en las calles será más larga de lo que muchos piensan.
Sin embargo, las concentraciones no son un reproche a un partido político en particular, sino una protesta de millones de anónimos que ven, que con el paso del tiempo, su situación no mejora, al contrario, empeora.
Reclaman que se adopten medidas pensando no en los ciudadanos sino en el bienestar de los bancos. Se muestran indignados ante los recortes que sufrirá tanto la sanidad, como la educación, y piden más puestos de trabajo en un país que ocupa los primeros puestos de las listas de desempleo europeas.
Pero entre tanta indignación, se destaca, sobre todo, el carácter pacífico y casi festivo de las acampadas. No se recuerda una protesta acompañada de conciertos o comidas, a la que pueden acudir desde padres con niños pequeños hasta personas de la tercera edad, y en la cual prima la tranquilidad y el orden, pues los mismos indignados organizan asambleas en el lugar de la protesta y designan diferentes puntos por tratar diferentes temas.
Sin duda, estamos ante una situación que tendrá sus efectos en las decisiones que tome el gobierno español y que ya tiene un capítulo reservado en los libros de Historia.
De hecho, son muchos los que creen que, a raíz de las concentraciones, se creará un nuevo partido político. Sin contar que muchos países pueden seguir la estela de las acampadas españolas y reivindicar sus derechos en un mundo en el que debe primar la democracia, tanto en los escritos de las constituciones, como en las decisiones tomadas por los dirigentes del país.