En una ocasión le escuché al padre Francisco De Roux, Provincial de los Jesuitas, y espero no tergiversarlo, que la dignidad humana… ni se crea, ni se aumenta, ni se disminuye. Es decir, es connatural al ser humano. Es digno en sí mismo.
El trato, la manipulación, el juzgamiento que hacemos al otro desconoce su dignidad, irrespeta su dignidad, pero nunca la disminuye. Pero además, como compartimos el ser esencial… es decir, yo-soy-tú, el irrespeto al otro es un irrespeto a uno mismo.
Es triste, por decir lo menos, que un defecto físico, una enfermedad, una falencia, se convierta en un motivo de burlas.
Hay columnistas, sobre todo uno del altiplano, que en sus escritos se mofa de los defectos, del aspecto físico, de la feúra del personaje al cual quiere disminuir o del que se quiere burlar. Alguna fijación habrá de tener cuando eso le importa tanto.
Las redes sociales se han convertido en el medio idóneo para toda clase de chabacanería, de vulgaridades, de irrespeto y vagabunderías que solo retrata a quien las profiere o con ellas goza.
Es un simple acto de cobardía. Quien no puede decir las cosas con su foto y firma se esconde con el seudónimo o en el nombre falso para proferirlas.
No tiene nombre, no puede aceptarse, debe rechazarse lo que pasó en las redes sociales con el incidente del Presidente Santos en Barranquilla.
Él tuvo el coraje de contarnos desde el inicio acerca de su enfermedad de próstata y nos ha mantenido informados de su desarrollo.
Cobardes. Aprovechar el hecho para burlarse, atacarlo o descalificarlo es un acto de salvajes, no de humanos.
Se le puede cuestionar por sus ejecutorias, por sus concepciones, por su comportamiento como mandatario, pero nunca por una enfermedad tan común en los hombres de su edad.
El presidente merece todo el respeto como ser humano y también porque encarna la dignidad de la nación.
Como columnista muchas veces he cuestionado sus actuaciones, sus decisiones e indecisiones, su forma de actuar ambivalente, pero también he reconocido sus aciertos.
Y me valgo de esta ocasión para celebrar la valentía y la celeridad para acatar el fallo del Procurador en el caso Petro.
Cumplió con su deber de respetar nuestro ordenamiento jurídico como lo juró al posesionarse y lo cumplió bien.
Reitero que a un mandatario se le puede combatir con ideas, con propuestas, con críticas a su proceder, pero nunca husmeando en su intimidad, ni en su familia, ni mucho menos valiéndose de la fragilidad humana, a la cual todos estamos expuestos, para ridiculizarlo.
No dudo en decir que quienes así actuaron solo merecen un calificativo: INFAMES.
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