No faltaba sino que los aborígenes, tan exaltados por estos días, irrespetaran a Álvaro Uribe. El Presidente de la República merece respeto porque es un ser humano, y la máxima autoridad de todos los colombianos.
También merece consideración. No se le puede exigir que vaya a un sitio abierto donde se dificulta su seguridad, máxime cuando se ha evidenciado la infiltración de violentos en el movimiento indígena de estos días.
Sin embargo, en contra de quienes manejan su esquema de seguridad, Álvaro Uribe estuvo allí, después de esperar a los aborígenes en las instalaciones de Telepacífico y fue abucheado e ignorado mientras intentaba hablar. La alterada audiencia también había abucheado al Ministro del Interior.
¿Acaso los indígenas no son tan colombianos como el resto de la población de este país y deben comportarse como tales?
¿Creerán que el hecho de tener legislación especial con cupos garantizados en las corporaciones de elección popular les da derecho para irrespetar a los otros?
¿Acaso el tener de un plumazo alrededor del 25 por ciento de las tierras cultivables del país, los faculta para ser descorteses y hasta groseros?
¿No se dan cuenta de que son unos privilegiados y de que millones de colombianos no indígenas querrían tener un pedacito de las hectáreas a ellos asignadas?
Es cierto que faltan por entregarles 7.648 hectáreas de las 24.000 asignadas por la generosidad de la Constitución del 91, pero las cosas no se arreglan a la brava, con violencia y mala educación extrema. El Gobierno ha puesto toda su voluntad para comprar las tierras que faltan, pero ha surgido un apetito voraz de dinero de quienes deberían vender.
Señores aborígenes, ustedes que dicen respetar hasta la planta más humilde, respeten al Presidente Uribe y gánense así el respeto de la mayoría de sus compatriotas.
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