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J. D. Chaparro, justicia en poesía

  • Arturo Guerrero | Arturo Guerrero
    Arturo Guerrero | Arturo Guerrero
19 de abril de 2011
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¿Quién prolonga la vida, la justicia o la poesía? ¿Quién proporciona serenidad para sobrevivir la muerte, la verdad o el canto?

Hace veinte años -el próximo domingo 24 es la fecha- un hombre recién entrado a sus 29 fue perforado a balas en Segovia, Antioquia, cuando rescataba una memoria de masacre.

Los proyectiles se llevaron a Julio Daniel Chaparro y al fotógrafo Jorge Enrique Torres, ambos de El Espectador.

Sucede que Chaparro era periodista, grandioso cronista, exactamente por ser muy buen poeta.

Recorrió lugares pavorosos de este país pavoroso y vio en los ojos de las víctimas paisajes que ningún colega sospechaba.

Oteaba el instante en que la lluvia se hace sangre en el Llano, en su Llano de segundo nacimiento. Escrutaba la música y la sabía río que nunca se detiene.

Reía que en Colombia hay más poetas que vendedores ambulantes.

En Carmen de Chucurí se sorprendió de que "nadie pregunta por qué crece la muerte", y luego de narrar las barbaridades de esta muerte, terminó el relato desde el cementerio a donde llega el murmullo de tres cuerdas sobrevivientes de guitarra: "Oigan: abajo, entre gemidos, alguien saca coraje para cantar".

Quizá es en este párrafo final donde Chaparro responde las preguntas iniciales de esta columna.

El canto, por encima de los gemidos, es la victoria sobre el tiempo, en especial en un siglo de impunidades y secretos.

Familiares y defensores de derechos humanos han movido cielos para que el crimen de este par de periodistas no prescriba en justicia el próximo domingo.

Pero los cielos parecen inconmovibles. Los deudos, con toda razón y pasión, continúan exigiendo verdad y justicia de los tribunales de los hombres.

Pero sucede que, por encima de periodista, Chaparro es un poeta y no precisamente de los tantos sin valor que se cuentan como vendedores ambulantes.

Como casi todos los poetas, entrevió la muerte en una cercanía que repugnaba a su juventud y bríos. Previó el desengaño de su generación y lo tomó como propio: "Asumí la decisión de reinventar los dioses y perdí mi vida tras un sueño".

Y entregó la antorcha a sucesores: "los sueños permanecen para siempre. Los hombres no nos repetimos".

El 14 de abril de 2012, Julio Daniel Chaparro cumpliría 50 años. Colombia, su "papaíto país", le debe para esa fecha la reedición y copiosa difusión de su obra, de sus luminosos poemas, de sus fosforescentes crónicas.

Así poesía y canto podrán para siempre lo que verdad y justicia hurtaron.

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