Como todo un maestro del set, el pequeño James, vestido de frac, mira la copa de cristal sobre la mesa. La observa fijamente, con el ceño fruncido, como si la cosa fuera muy trascendental, y con sus manos dibuja figuras en el aire, las sube, las baja y nunca aparta la mirada de la copa, cuando ¡zas!, empuja hacia adelante las dos manos y el cristal se rompe, se hace añicos y el pequeño James ríe y observa con orgullo al público.
En este caso, el público son los periodistas, sus padres, su abuelo y su instructor, pero todos aplauden y ríen para hacerle eco a la sonrisa del niño.
Tiene sólo cuatro años y acaba de hacer no una gracia de esas que se inventan los niños para enamorar a los papás sino todo un acto de magia, de los que hacen Lorgia, Fernandini o el mismo Chalo's, su maestro.
Aún no sabe contar bien, "uno, tos, tes, cuato, chinco, cheis, chiete, ocho, mueve, tiez, onche...mmm, quinche" y todavía va a la guardería.
Es una pinguita de no más de 85 centímetros, de pelito parado con gomina y que no calza más de 22, pero metido en un trajecito de mago se siente como todo un hombre.
De repente, hace aparecer canarios. Toma un recipiente metálico en forma de copa. Lo mira fijamente y muestra el fondo para que todos vean que no hay nada adentro. Luego coge la tapa. También muestra que no tiene nada adentro, y tapa la copa.
Otra vez, frunce el ceño, pone mirada de mago, como le dice el papá, Luis Fernando, y vuelve a hacer dibujos en el aire con sus manos, las agita, las entrecruza y ¡zas!, las lanza otra vez con fuerza y procede a destapar la copa.
Hay risas, mientras el pequeño ve salir dos canarios, uno blanco y el otro de color amarillo. Su acto le ha salido perfecto y entonces hace el ademán del que pide que lo aplaudan.
Aún no pronuncia una frase completa y cuando se le pregunta por la edad, en vez de responder "cuato", levanta cuatro dedos de su mano. En contraste, es capaz de hacer aparecer aves de la nada.
Pero vivito, como todos los niños, sabe que está en un escenario improvisado y por eso interrumpe su show para gritar que tiene sed.
¡Claro!, es un ensayo y está muy consciente de que la cosa es mitad seria y mitad relajadita. Y entonces se da licencia para mimarse como un niño. Al fin y al cabo tiene ahí a sus padres para que le den gusto.
Natalia, su mamá, le da agua, le chanta un beso y le dice que siga con su show.
James David Giraldo Bermúdez nació para ser mago. Hace sólo unas pocas semanas cumplió cuatro años, pero ya lleva dos en el oficio, una afición que en parte le llegó de su padre, el mago Fernando, pero que se ve que traía en la sangre, pues sin saber cómo ni por qué, resultó con la obsesión de volverse ilusionista.
"Desde niñito resultó con eso, me veía ensayar, yo lo llevaba a mis presentaciones y le tuve que ir enseñando, ahora es él el que afana para ensayar y se inventa sus propios trucos", dice su padre.
El mago Chalo's, muy conocido en Medellín, le vio las potencialidades.
Desde que el pequeño James tenía dos años se dedicó a entrenarlo, a pulirlo y a hacer que no sólo sea el niño inquieto de la guardería sino todo un señor, el Mago James, con carta de "ciudadanía" para hacer actos de ilusionismo en grandes escenarios, "por eso ya ha estado en espectáculos de magia tanto del Círculo Mágico de Antioquia como del Club de Ilusionismo", apunta Chalo's, que aunque ya les ha enseñado su arte a muchos jóvenes, nunca había visto a uno tan chiquitico haciendo magia.
"Le puedo asegurar que en Colombia no hay un mago de esa edad y tampoco lo he visto en el mundo, hemos estado en muchos encuentros de magos de varios países y el único niño que ha compartido escenario con nosotros y con ellos es James".
Encantados
De repente, James se prepara para protagonizar otro acto tenebroso, el más osado de todos si se tiene en cuenta que la que está en riesgo es su propia mamá, Natalia.
Con toda seriedad, la hace meter en una casita en la que en circunstancias normales apenas habría espacio para un perro. Cuando ella ya está adentro y totalmente tapada, con ayuda de su padre y de Chalo's, empieza a clavar espadas punzantes por todos los costados de la casa.
Las espadas son más grandes que el niño, sin duda, pero él se ve seguro.
Una vez todas clavadas y con su madre adentro, el pequeño no se ve nervioso. Al contrario, mira con fijeza, "con mirada de mago", agita sus manos y empieza a sacar una a una las espadas brillantes y punzantes.
Cuando ya no quedan más para extraer, ¡zas!, mira al público, destapa la casita en la que apenas cabría un perro pug y de repente sale su madre levantando sus manos y sonriente.
James pide aplausos. Se los damos porque se los merece. El truco de "la casa hindú" le ha salido perfecto y el chiquitín ha demostrado que lo suyo no es un cuento.
"Ese es un truco de grande y él lo hace perfecto", admite Chalo's.
Por eso Natalia está encantada con el niño, "yo le dejo llevar una rutina normal de niño, pero me siento orgullosa de él", afirma.
James, dicen sus padres, es totalmente cotidiano. Juega con carritos de control remoto, ve caricaturas en televisión y monta en triciclo. Y sin duda hace muy poco que dejó los teteros y hasta los pañales.
Pero lleva esa obsesión por ensayar actos de magia. Y no habrá quién lo frene. Además, porque cada vez lo piden más en los grandes escenarios donde se programan shows de magia.
Es un encanto verlo con su figurita de bebé vestidito a lo mago.
Es una delicia observarlo sacar tiras y tiras de papel o de trapo de una simple jarra de aluminio.
Es encantador observarle la pose cuando toma dos monedas en sus manos y de repente hace desaparecer una que luego extrae de un bolsillo de su pantaloncito talla 4.
No sabe contar, ni leer y llora y hace mimos cuando sus padres no lo complacen al instante, pero pone a levitar mesas, quiebra copas con un simple movimiento de sus manos, hace aparecer palomas entre un bolsillo de su chalequito y le clava espadas a una casita de perro en la que está su madre sin rozarle un poro.
Abran paso que aquí voy yo, parece querer decirles a los grandes, a los monstruos de la magia.
James, una chinguita de sólo cuatro años, logró lo que Harry Potter ni siquiera imaginó: darle a la magia un toque de ternura... y mucha gracia.
-Vea esta historia en video en elcolombiano.com
La próxima semana lea otra interesante historia del mundo mágico de Medellín.
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