El primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó ayer, al cumplir un año en el poder, el polémico santuario de Yasukuni, gesto que ha sido duramente criticado por Pekín y Seúl y contribuye a empeorar el tenso clima diplomático en la región.
Abe, que también ostentó el cargo entre 2006 y 2007, no había acudido como primer ministro al santuario sintoista que consagra a millones de japoneses caídos en conflictos armados entre 1853 y 1945 y que tampoco había sido visitado por ningún jefe de Gobierno nipón desde que Junichiro Koizumi lo hiciera en 2006.
Entre los caídos a los que glorifica Yasukuni se cuentan 14 políticos y oficiales del Ejército Imperial condenados como criminales de guerra por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente por los actos bárbaros que cometieron durante la II Guerra Mundial.
Los Gobiernos de China y Corea del Sur, dos países que padecieron el dominio colonial nipón hasta 1945, criticaron duramente la sorpresiva visita de Abe. El portavoz de la cancillería china, Qin Gang, consideró que la acción del primer ministro japonés "pisotea de manera grosera los sentimientos del pueblo chino y otros pueblos asiáticos" que padecieron el expansionismo de Japón.
El Gobierno chino, disgustado por la visita retó al mandatario nipón a que visite el memorial que recuerda la Masacre de Nankín de 1937, en la que el ejército japonés mató a 300.000 civiles chinos. "Si Abe realmente quiere mejorar su relación con sus vecinos chinos y mostrar verdadero respeto, debería ir al Memorial de la Masacre de Nankín, en lugar de al Santuario Yasukuni", señaló Gang.
E.U. expresó su decepción por la visita al considerar que ese gesto "agravará las tensiones" con sus vecinos.
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