¿Quién no siente un helado vacío visceral cuando oye la canción Navidad de los pobres? Tampoco debe haber alguien que no se mueva con el pegajoso ritmo de Mar de ilusiones, que mucha gente conoce como Bambolé.
Jorge Juan Mejía, la voz que hay en ambas canciones, le propone un Himno a Medellín.
Dueño de dos nombres que, salvo en su caso, nunca van juntos porque se defienden cada uno por su lado, es un géminis que parece integrado por dos personas, como si dentro de sí habitaran los gemelos que representan su signo. Eso se deduce al menos de la versatilidad de su arte. Conocido como cantautor y voz de grupos como Los Éxitos o Los Afrosound, es también pintor y fotógrafo.
Primero que nada fue dibujante. Cuando era un niño de preescolar, en el colegio María Auxiliadora, la maestra preguntó al grupo quién sabía dibujar. El inquieto Jorge Juan levantó la mano y ella le ordenó que dibujara a Adán y Eva en el tablero. Se tomó su tiempo y representó los personajes bíblicos con bluyines y camisetas; no desnudos y ni siquiera con las consabidas hojitas de parra cubriendo sus sexos. Al fin y al cabo, recibía una educación moralista. Fue tan aplaudida la obra que nadie se atrevió a borrarla.
"Puedo decir que mi primera exposición individual fue la de ese dibujo con tizas de colores en el tablero. Y duró 14 días". Recuerda el cantante, mientras se mueve alegre en el "cuarto de los juguetes" de su apartamento de El Poblado, cuya vista al occidente ha aprovechado mucho en fotografías.
No le dice taller sino "cuarto de los juguetes" al sitio donde tiene una mesa de trabajo, tarros de pinturas y botellas de disolventes; lienzos y bastidores; armarios colmados de discos compactos, una grabadora y micrófonos sobre una mesa y, contra una pared, instrumentos musicales: organeta y guitarra. También hay un computador en el que guarda copiosas fotografías de paisajes costeños y andinos de Colombia, así como otros de España y Estados Unidos. Todos los cuales le han conmovido en sus viajes. En suma, este es el cuarto de la creación.
La canción emblemática para Medellín surgió hace cinco años, preocupado porque la segunda ciudad del país, tan pujante y ordenada como la creen sus habitantes, carece de una.
"Hablé con Hugo Álvarez Restrepo, arquitecto de Bolivariana. Coincidimos en la necesidad de crearlo y nos reunimos a componerlo. Al fin y al cabo, él es poeta y yo soy compositor".
Primero hicieron un inventario de elementos representativos de la ciudad: las flores, los silleteros, algunos valores, los cerros, el cacique Aburrá, el metro, las iglesias de la Candelaria y la Catedral Metropolitana...
Las flores, explicó, no tienen discusión; algunos valores, como el trabajo, aquí son fundamentales; el metro, mencionado en el Himno como tren, palabra ésta menos profana que aquella, según Jorge Juan.
Algunos que lo han escuchado discuten la presencia de las iglesias, pero el cantante, con su voz de locutor, explica que en Medellín es importante su presencia. "Yo soy cristiano y pienso que una criatura no puede vivir sin su creador; Pinocho no puede vivir sin Gepeto".
Los domingos, cuando lo interpreta la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Antioquia en la retreta del Parque de Bolívar "ha habido personas que me han criticado lo de los senos", lamenta el artista, aludiendo a la mentalidad pacata que prima en nuestra sociedad, pues no resiste la comparación que hay de los cerros Nutibara y El Volador con los senos de una mujer.
Jorge Juan Mejía grabó él solo su Himno a Medellín, tres estrofas y un coro cuya duración es de dos minutos y 57 segundos, en un estudio. Cuesta creer que hace la primera voz y las del coro, tanto masculinas como femeninas. Y no por la parte técnica, pues bien es sabido que puede grabarse por diferentes canales y luego mezclarse los sonidos, sino por la plasticidad de su voz que al hablar es recia y al cantar él la va pintando del color que requiere.
Pico y Placa Medellín
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