Varios lectores me han criticado porque en algunos artículos abordo los problemas de la ciudad y no planteo soluciones. Les doy la razón, pues no soy experto en las dificultades que nos aquejan, pero eso no me prohíbe visibilizar situaciones de interés general, que afectan la convivencia y que usualmente los medios, los políticos, los empresarios y los ciudadanos del común olvidan.
Aprovecho esta ventana de expresión para denunciar, aplaudir y describir lo que observo. No para solucionar, pues para ello están nuestros "excelentes" dirigentes; esos que son elegidos por los "excelentes" ciudadanos que no votan, por los que prostituyen su voto y por los que son engañados con falsas propuestas de gobierno. Esos dirigentes por los que muchos no votamos y que nos llevan a la resignación, al inconformismo y a seguir la vida soportando las consecuencias de un sistema político que no es representativo de los clamores populares.
Sin embargo, ante la pregunta, ¿qué hace usted por esta ciudad además de criticar?, tengo que responder que también me atrevo a proponer alternativas de abordar la problemática social. Pero esta columna más allá de pretender salvar el mundo, es un espejo donde se reflejan las complejidades sociales, con el propósito de despertar las conciencias. Yo trato de cumplir con ser responsable de mi propio metro cuadrado. Creo que mientras más personas lo hagan, más posibilidades tenemos de vivir mejor, porque soy un convencido que no podemos descargar en esos dirigentes las responsabilidades de todos nuestros males y seguir repitiendo a modo de excusa la facilista frase de cajón: "por eso estamos como estamos".
Solo tendremos el derecho legítimo de reclamar resultados a esos dirigentes, cuando asumamos una postura de corresponsabilidad frente a la realidad, es imposible pretender cambiar las cosas si no logramos llevar nuestros actos al plano del deber ser.
No tengo un tema específico para esta semana. Me embarga una mezcla de desconcierto, rabia e impotencia, porque esta sociedad cada día está más resquebrajada. El caso de la niña que fue lanzada desde un piso 18 por una loca, que de hallarse culpable merece podrirse en el infierno, es muestra de ello.
Pero tampoco me ensaño con la crítica, al César lo que es del César. Se desarrolla en estos días la semana contra el desarme y eso está muy bien. Las comunidades más afectadas por la violencia, comunas ocho, diez y trece, deben sentir que estamos con ellos, pero siempre. Los delincuentes deben darse cuenta que no aprobamos sus formas y que existen otros caminos. Lástima que esa estrategia, como ha sido concebida, no sea permanente y extensiva a las comunas restantes; debería convertirse en política pública para la ciudad y que la solidaridad de los más pudientes con "los que llevan del bulto", no aparezca de cuando en vez a modo de calmante, sino como tratamiento continuo para esa enfermedad terminal de la sociedad, que socava la esperanza.
INCREÍBLE: la tumba del maestro del periodismo colombiano Humberto López López , cuatro meses después de su muerte, parece la de un delincuente olvidado, sin lápida y sin flores, es como la de un NN pero con nombre. La más fachosa de Campos de Paz. ¿Acaso su familia no supo que murió? Una lápida para Hulolo.
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