Persecuciones religiosas en Irak, Siria, Nigeria y Ucrania. Situación recrudecida en Gaza. Son noticias que hacen que muchos se pregunten qué sentido tiene la religión cuando se usa para matar en nombre de Dios. ¿El problema será la religión misma? ¿O la incoherencia que viven quienes quieren imponer sus creencias a costa de la vida humana y de la paz de las naciones?
Muchas veces el laicismo agresivo, que quiere imponer una ética sin Dios, ve las religiones con miedo, por ser fuente de un fundamentalismo que induce a la violencia. Una visión equivocada.
La palabra religión viene del latín religio, que significa la acción de ligar fuertemente el lazo con Dios. La esencia de la religión es ordenar el hombre hacia su creador.
Pero esta esencia se trastoca cuando se hace proselitismo en lugar de apostolado. Cuando se quieren imponer las verdades de la fe en lugar de anunciarlas para que cada quien las acoja libremente. Esta esencia trastoca tanto en un grupo de islamistas que hoy considera infieles a todos los que no practican su religión, como en los cristianos, que en algunos episodios de la historia han buscado más el propio poder que el encuentro de las almas con Jesús. Por ello, San Juan Pablo II, en un acto de nobleza y sensatez, pidió perdón en el año 2000 en ese histórico "Mea culpa". Esta esencia se trastoca cuando en la vida cotidiana, cualquier practicante usa su fe para beneficio propio y la ve no como un mensaje que le da sentido a su vida.
Felizmente existen actitudes nobles de personas que en medio del dolor, entienden el valor sagrado de la vida. Un ejemplo es el de la madre del reportero decapitado James Foley, católico practicante, quien expresó que nunca había estado tan orgullosa de su hijo: "Dio su vida intentando mostrar al mundo el sufrimiento del pueblo sirio", y manifestó su preocupación por la suerte de los demás prisioneros de guerra: "Imploramos a los secuestradores que perdonen la vida del resto de rehenes (…) son inocentes y no tienen control sobre la política del gobierno estadounidense en Iraq, Siria ni en ningún lugar del mundo". Esta mujer salió de su propio dolor para compadecerse de la situación de quienes están privados de la libertad.
Sobre esta trágica muerte destaco la opinión que dio a este diario el pasado jueves el docente Hassan Turk, practicante del Islam: "Eso hace más daño a la comunidad musulmana en el mundo, porque se transmite la impresión de que el islam es una religión sangrienta".
Pienso también en el papa San Pío X, cuyo centenario de muerte se conmemoró la semana pasada. Él murió por la pena honda que le causó la entonces naciente Gran Guerra (Primera Guerra Mundial).
Son actitudes que demuestran que una religión bien profesada entiende que Dios es amor y no guerra. Por lo tanto, la culpa no es de la religión en sí misma, sino de la incoherencia y la falta de formación de quienes la usan como instrumento de poder.
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