Parecería que nos solazáramos con las tragedias, con los malos augurios y con las proyecciones adversas. Es como si sufriéramos de una hipocondría de lo negativo y tendamos a hablar de lo mal que nos puede ir para que nos paren bolas en la conversación.
Según muchas publicaciones, ahora el 3,8 por ciento de crecimiento es un desastre cuando crecemos muy por encima del promedio histórico de las últimas dos décadas y obviamente no estamos en una recesión como sí lo están Estados Unidos, Japón y Europa. Pero si atendiéramos los titulares o los anuncios, se diría que estamos peor que estos países.
Preocupa en grado sumo esta sobreactuación, porque si se atiende como cierta, la crisis nos va a quedar muy bien hecha, y no por inteligentes, sino por hipocondríacos, fatalistas y exagerados. Por eso vale la pena hacer un análisis más detenido de las cifras del comportamiento del PIB en el tercer trimestre del año.
Lo primero es recordar que quien jalonó el crecimiento desde 2002 fue la inversión. Esta pasó de ser escasamente el 12 por ciento del PIB a representar el 28 por ciento. Los crecimientos estuvieron año a año por encima del 20 por ciento. La inversión tiene la particularidad de ser expansiva, es decir, crea nueva demanda y ésta a su vez justifica nuevas inversiones. Tiene también una ciclicidad natural y a la fase expansiva sigue una de contracción. La economía colombiana entró en la fase de contracción de la inversión desde principios del año y por eso en 2008 creceremos menos que muchos países latinoamericanos.
La fase de contracción ha sido relativamente suave y da indicios de haber llegado a su mínimo. Tanto la construcción como las obras civiles están dando muestras de recuperación, según las licencias otorgadas y las obras iniciadas. Estos dos renglones son líderes en la inversión y de su actividad se derivan demandas claves como insumos y materias primas y de bienes complementarios como textiles, mobiliario y electrodomésticos. Igual ha ocurrido con los sectores de equipos y maquinaria de transporte que también atienden los requerimientos de inversión.
Son precisamente en estas actividades en donde se ha ajustado el sector industrial. La contracción más fuerte ha sido en la industria automotriz, en donde se juntaron la desaceleración interna, la disminución de las exportaciones a Venezuela, la restricción del gobierno a la inversión en camiones, y el aumento en las tasas de interés que redujeron la demanda de vehículos. Esto se tradujo en una caída del 28 por ciento del PIB del sector, luego de haber tenido crecimientos históricos durante varios años.
La desaceleración de la demanda es clara, pero más que ser evidencia de entrada en una crisis, es un ajuste que debía darse después de un periodo de auge en las inversiones. El país sigue teniendo una economía bien cimentada. Las utilidades y el crecimiento de los demás sectores, entre ellos el financiero y el de servicios, y de muchas de las actividades de exportación dan cuenta de una economía que tiene con qué seguir creciendo.
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