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La escuela más chica de Medellín tiene 71 alumnos

En un salón de clase caben todos los estudiantes y sus padres de familia. Así es en El Placer, Santa Elena, la institución educativa oficial de Medellín con menos alumnos matriculados, donde la formación es personalizada, íntima.

  • La escuela más chica de Medellín tiene 71 alumnos | Hernán Vanegas | Hace dos años que se ocupó la nueva sede la Institución Educativa El Placer, un proyecto que se realizó con la autogestión de la comunidad de la vereda.
    La escuela más chica de Medellín tiene 71 alumnos | Hernán Vanegas | Hace dos años que se ocupó la nueva sede la Institución Educativa El Placer, un proyecto que se realizó con la autogestión de la comunidad de la vereda.
05 de febrero de 2011
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Pone el huevo al lado del ratón. No se sabe si es porque en el frío del corregimiento de Santa Elena busca el calor de los computadores o la compañía de los niños de la escuela.

Hay indicios de que lo que atrae a la mascota son los 71 estudiantes de la Institución Educativa El Placer, la de menor cantidad de matriculados entre las oficiales de Medellín.

Beatriz Elena Álvarez Serna, directora del plantel, es de las que más confía en esa hipótesis, porque cuando los niños se van de vacaciones la gallina hace nido en el bosque de la vereda y cuando regresan las clases aparece con sus hijos emplumados.

Uno a uno los pollos van desapareciendo porque los padres de familia se enamoran de ellos y en el restaurante escolar aprovechan para canjearlos por comida ya procesada.

Lo que llega lo cocina Adriana María Londoño Zapata, la encargada del restaurante y una de las responsables de que todo esté bien en esta "famiescuela". Ella y su hijo David son de los primeros en llegar al plantel. Tiene que madrugar para que el refrigerio de las 7:30 de la mañana, con el que reciben a los estudiantes, esté caliente.

Ya para esa hora ha llegado Iván Darío Ramírez, el portero que trae cargado a Emanuel, su hijo de cuatro años que en 2011 es uno de los nuevos en la etapa de transición.

Cuando abren la puerta muchos alumnos han llegado. Antes de que arriben las tres profesoras de la escuela. Antes de que Claudia Quiroz, la responsable de los grados primero y segundo, en los que hay 28 estudiantes, arribe con su hijo, que cursa quinto grado.

Casi todos son vecinos de El Placer y se conocen hace décadas porque han vivido allí toda la vida, como la trabajadora de los servicios generales doña Gloria Ramírez, una silletera que cuenta con orgullo que hace dos años estuvo en Japón representando a Colombia y a la vereda con su arte.

Ella no es la única que habla de flores en la escuela.

El jueves reunieron a todos los estudiantes en uno de los salones para que escucharan a don Óscar Londoño, silletero jubilado que les habló de la tradición del corregimiento.

A tres alumnos que seguían conversando cuando inició la charla una profe les pidió al oído que hicieran silencio y ellos atendieron. Poner el orden en esta clase, donde tiene el mismo grupo todo el día es mucho más fácil que en el colegio del Popular I, donde en un día podía dictarles clases a 150 estudiantes en una jornada.

Lleva sólo diez días como docente de El Placer y ya se le sabe el nombre de los 71 alumnos. Al ser tan pocos la formación es mucho más personalizada.

La directora cuenta que tienen el proyecto escuela nueva y por eso la división es por niveles -inferior, medio y superior- en el que se reparten los cinco grados de la primaria.

Si no siguieran los avances de cada niño, cree Adriana, su hijo David no caminaría hoy. El niño tiene problemas cognitivos, llegó a El Placer a transición y hoy está en primero. No sólo aprendió de letras, también le enseñaron a caminar.

Como David, hay varios en la escuela que están en condiciones especiales, que viven en hogares sustitutos de la zona.

No todos son del sector. Hay otros que llegan del área urbana de la ciudad.

Jainover, Mauricio, Baldivier, Marisol, Verónica y John Fredy son seis hermanos que viajan todos los días desde el barrio Ocho de Marzo. Gustavo, hijo de Óscar Londoño y también silletero, se los encontró vendiendo bolsas un día que subía en su carro al corregimiento. Como no estudiaban les propuso ir a El Placer. Gracias a un convenio con una cooperativa de transportes, los niños pagan 200 pesos de pasaje, se quedan en la puerta de la escuela desde donde la profe los embarca cuando tienen la mente y el estómago lleno.

La jornada no termina hasta que no reciben el almuerzo al mediodía, esa ración a la que también han aportado su grano los polluelos del gallo y la gallina.

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