Son las 8:00 p.m. Una noche con fuertes vientos que han retrasado la tarea de inflar el gran globo aerostático amarrado cerca del Edificio Inteligente.
Esteban Aristizábal, su capitán, observa las palmeras esperando que dejen de menearse, lo que significaría un clima perfecto para iniciar el vuelo.
Mientras tanto, en la fila, unas 50 personas que esperan subirse hablan sobre cómo será su primera vez a bordo de aquella aeronave que pocos en Medellín habían visto tan cerca.
Yo, por mi parte, aguardo también mi primer vuelo subido en un globo, que aunque estará sujetado por 7 personas en tierra, causa algo de temor.
Sobre los cielos
Llegó el momento. Eolo, dios de los vientos, ha dejado de soplar, oportunidad para llenar con aire frío el globo y luego encender las calderas de gas para levantar del suelo la pequeña canasta que me separará, según Esteban, unos 30 metros del suelo.
Subimos con el capitán quien controla la cantidad de gas que hace subir o bajar la nave aerostática. Una persona que con 1.500 horas de experiencia de vuelo hace que sus ocupantes se sientan un poco más tranquilos a la hora de alzar vuelo en aquella nave.
Nave que según expertos, tuvo sus primeros vuelos en Portugal, mientras que en Francia, los hermanos Joseph y Jacques Montgolfier en junio de 1783 hicieron la primera demostración pública de un vuelo en globo.
Ver desde allí los alumbrados del río y el Festival de las Luces, aunque solo fuera por poco tiempo, fue una experiencia que desde el más pequeño de la familia hasta los abuelos pudieron disfrutar.
Los niños y jóvenes de los programas de la Alcaldía de Medellín como Buen Comienzo, Inder y las Olimpiadas del Conocimiento, entre otros, son parte de los afortunados que han tenido la oportunidad de subir y tener la sensación de volar.
"Estuve muy alegre allá arriba. Fue muy bacano sentir el calor del fuego cuando el capitán hacía subir el globo", explicó Ana Sofía Castrillón, una de las niñas afortunadas.
Unas 100 libras de gas licuado de petróleo se puede gastar el globo por hora para mantenerse en el aire, dijo el capitán, mientras bajaba la aeronave, que aunque anclada, se mecía a por el viento y que por momentos flotaba sobre la gente que se agolpaba en las rejas para ver el espectáculo.
Una buena experiencia
Fueron tan solo 10 minutos que sirvieron para conocer a Medellín desde otro punto de vista.
Para ver una iluminación que, como siempre, engalana la ciudad en sus fiestas decembrinas y tener la oportunidad de observar cómo los niños y sus padres se bajaban del globo con una sonrisa por una experiencia que seguramente no olvidarán.
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