Una bandera tricolor de 30 centímetros acumula polvo en una esquina, bajo el televisor que permanece apagado en la salsamentaria Katuko, frente al recién remodelado parque del barrio 20 de Julio.
-Ahí duerme esa bandera y se levanta al día siguiente -dice el dueño del lugar, a quien los años acumulados detrás del mostrador lo han vuelto tan pragmático como para cuestionar la relevancia de mencionar su nombre.
Lo llena más de orgullo que se diga que allí se sirve el mejor tinto del barrio que aquel pedazo de tela. Así mismo, le importa más el 10 de marzo, día de su cumpleaños, que el 20 de julio.
-Es un día de fiesta nacional, como todos -refunfuña, mientras atiende a un niño que no se define cuál gaseosa pedir.
-No recuerdo ya qué pasó ese día.
-Ahí fue cuando nos desprendimos de los españoles que nos tenían como esclavos. El reparo de Ramiro, uno de los clientes habituales del lugar, se oye desde una de las mesas frente a la calle, sobre el sonido de un bolero en la voz de Pedro Infante.
El florero de Llorente
Lejos de la tertulia que comienza en esa tienda de barrio, José Jaramillo, miembro de la Academia Antioqueña de Historia, explica que "el 20 de julio de 1810, se ha considerado en la historia de Colombia como el día que dio inicio al proceso de la Independencia".
"No es propiamente el día de la Independencia sino el origen de la reacción que generó la lucha, con este fin, en toda la Nueva Granada hasta la culminación de la Campaña Libertadora, que fue el 7 de agosto de 1819", aclara.
Fue por demás un día de mercado, cuando varios miembros de la élite criolla aprovecharon el pretexto de un célebre florero para marcar el comienzo de una rebelión que generó la constitución de una junta de gobierno.
"En la preparación de un homenaje a Antonio Villavicencio, se solicitó al llamado, "chapetón", José González Llorente el préstamo de un florero que se quería poner en la mesa de honor", continúa el historiador.
"Esta solicitud fue rechazada violentamente lo que generó una agitación que se fue dimensionando en toda la nación, con un criterio de unidad en la lucha por la independencia".
La Independencia
Un discurso semejante debió escuchar, hace no muchos años, Nancy Astrid Sánchez, una joven madre que camina por una cuesta del barrio 20 de Julio con su hijo Cristófer, de 5 meses y medio de nacido.
-¿Qué pasó el 20 de julio? Es importante, en el colegio me enseñaron. ¿No fue el Grito de Independencia? Pero no me acuerdo muy bien porque me gradué en el 2006.
Astrid vive en La Independencia, un barrio que limita con el 20 de Julio y cuyo nombre comparte la conmemoración que hoy tiene lugar en Colombia. Por las calles empinadas de la comuna 13 se hizo hombre su esposo y es probable que allí mismo crezca su hijo.
No está enterada de que hoy haya fiesta en el barrio, pero está ilusionada por el progreso que se percibe allí.
-A medida que invierten, se ve menos la violencia. Con el CAI, la Casa de Justicia y la vigilancia permanente.
-Ya muy pronto hasta tendremos escaleras eléctricas -agrega.
Por la esquina de la Parroquia de las Bienaventuranzas desfila cuesta arriba una carga de cervezas para uno de los establecimientos cercanos. En la salsamentaria Katuko los tertulios ya se han tomado un par de aguardientes.
Todavía detrás del mostrador el dueño presume de que hace poco el alcalde Alonso Salazar se sentó en una de sus mesas a tomarse un tinto.
Según él fue expresamente a probar la fama de su café y aprovechó para inaugurar el paseo urbano de la carrera 109, frente a su negocio.
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